"El desaparecido es una incognita" exclamó Rafael Videla en una de las pocas ruedas de prensa durante todo su dictadura. Sus palabras trataron de dar respuesta a la interrogante de uno de dos valientes periodistas que se atrevieron a señalar una realidad suprimida, prohibida por aquel regimen opresor que gobernaba a la Argentina en 1979.
Sentado en un trono majestuoso, reluciente, de la época virreinal, Videla palidece ante los cuestionamientos, las palabras le complican su existencia, no sabe que responder. Nunca imaginó cuestionamientos incómodos en medio de periodistas temerosos de su sola presencia, pero ese día dos se atrevieron a contradecirlo.
La noche y la mañana siguiente, esos periodistas pasaron a formar parte de la lista de desaparecidos, sus interrogantes fueron borradas de la transmisión. Sus voces nunca nacieron de sus labios, ellos jamás incomodaron en la aparente realidad exhibida por la radio y la televisión.
Muchos años de sufrimiento tuvieron que pasar para que apareciera la verdad. Poco a poco salieron a la luz las desapariciones y las atrocidades cometidas por la junta militar. Pero la justicia no llegó por completo y aun está pendiente; Ahora Videla retorna investido en el papel de la víctima y sentado en el banquillo de los acusados, declara que "se siente intimidado". Aunque eso no cambia su parecer
Que fuimos crueles, nadie lo dude. Sí, lo hicimos en el marco de crueldad que impone toda guerra por su propia naturaleza. Pero no fuimos sádicos. Agregó que él y sus correligionarios
salvaron a la patria. La salvamos como creímos que debíamos hacerlo.
Una sola mirada, diferentes visiones.
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