sábado, 28 de enero de 2012

Consumado es


por Special Collections at Wofford College



Te quiero, creo que indudablemente te quiero. Ahora, lo que ya no sé, es si te quiero a ti, como amiga, como hermana, o como la que alguna vez quise. Un corazón vomitado de sentimentalismo abyecto, una mezcla homogénea de cosas heterogéneas. Te quise, te quiero.

Igualmente no tengo ni remota idea de si te quiero por lo que eres, por lo que fuiste, o por lo que puedes ser. Quizás, ya no te busco a ti, sino a la otra que está en alguna esquina, en alguna fonda, subiendo a un camión, pensando en las múltiples cosas cargadamente cotidianas que se tienen que resolver al día. Porque al día vivimos, vivo.

No te quiero. Te quise. Pero te extraño, extraño lo mucho que te quise, que nos quisimos y que nos besamos. El recuerdo dicen unos es la consumación del deseo, la única manera en que el hombre puede poseer las cosas, recordándolas, porque el recuerdo es uno y no la extensión de uno. Pero el recuerdo es pasado, y el pasado es impalpable. ¿A qué sabían las naranjas de la casa rosa, cuantas cucharadas de azúcar en el café por las tardes, que había ahí donde ahorita no hay nada, o casi nada?. ¿Tú te acuerdas?. Yo casi no y lo lamento. Por las noches me asalta tu recuerdo, me secuestran tus labios y tus manos, tu piel y tu acento, tus ojos y tus cabellos, se enredan con los míos en mi cama y me dicen cosas al oído. Aquello jamás sucedió, nunca estuviste conmigo más allá de las once, pero de alguna manera te recuerdo a mi lado. El recuerdo, el olvido, la consumación del deseo. El olvido, la consumación del recuerdo. El recuerdo la consumación del olvido. Escoge la fórmula, ninguna cuenta y todas están equivocadas y si todas la están, todas están en lo correcto. Todas se cruzan se solapan se mezclan.

Un corazón vomitado de afuera hacia adentro. Destrozado no, destrozado es eso que se cae y se rompe en un montón de pedazos perfectamente reconocibles. Lo mío no es eso, lo mío es la sensación extraña de que todo está revuelto, todo está mezclado. Indiscernible.

Vivir de atrás hacia adelante, así vivo, allá lejos y aquí presente. Quizás sea esa la razón eterna de una melancolía insaciable, el constante esperar de algo que ya ocurrió. Espero, te espero a ti en la puerta, en la estación de camiones por la mañana, verte bajar del cayuco verde que te traía los sábados, con tus faldas recogidas y tus pies humedecidos por el agua que se filtraba a través de la madera. Ese perfume de hojas de árboles verdes y nuevos que rodeaba tu cabello. ¿Porqué?.

Bien sabes que no fuiste la única, y que incluso con cada una de las anteriores mantuve relaciones similares a las que tuve contigo. ¿Qué te hizo diferente?. Fue la vez que casi te ahogas a mitad de la laguna, o la vez que me sonreíste cuando compraba pescados en el mercado. No sé. Quizás fueron las tardes con el sol en puesta en que te declamaba aquellos versos “El sol venía borracho o iba herido, y se cayó en el mar aquella tarde”. Y reías. Luego tomabas mi mano y yo sonreía.

Paz, quiero paz, déjenme en paz, penar en paz. Ya no te puedo llorar, porque se me va la memoria, el recuerdo es el último estadio del hombre, después de eso, sólo nos queda el polvo que dejamos en la tierra. Ya no tengo lágrimas, literalmente. Sin lágrimas sólo se puede penar eternamente.

Te quiero a ratos, cada vez más cortos, cada vez más estrechos. Me reduzco a nada en este mundo y el recuerdo que soy yo se quedará con ustedes, contigo quién sabe. No recuerdo lo de aquella noche. Quiero recordar. ¿Dónde estás?. ¿Dónde fuiste?. ¿Que camino tomaste?.

El recuerdo es trágico, porque al final ni siquiera es nuestro. Somos recuerdo de otros. La suma de las expresiones de quiénes nos conocieron. ¿Podrán decir que nos conocieron?. Yo te conocí hasta esa noche, conozco aún tu rostro y tu cuerpo, pero tu nombre, ¿cuál era?. Yo ya no existo, soy una suma menos del recuerdo tuyo, que ahora no es precisamente bueno. Regresa. Conmigo, regresa. Iremos a probar las naranjas, a ver el atardecer en el río, te abrazaré en la noche y los huele de noche perfumaran las horas previas a la aurora. Duerme conmigo como dicen los cristianos. Descansemos. Tú...
tú...mujer...¿cómo...¡Clotilde!.

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