martes, 22 de julio de 2014

La soledad de Palestina [Emir Sader]


Un palestino herido es tratado por los médicos en la sala de urgencias del hospital de Shifa, en la ciudad de Gaza, Franja de Gaza. Foto: AP 

Lo más difícil es ser víctima de las víctimas, decía Edward Said, para expresar una de las dimensiones de los obstáculos que encuentran los palestinos para luchar contra la ocupación israelí de sus territorios.

La soledad actual de los palestinos demuestra cómo esa era apenas una de las tantas dificultades que ellos tienen que enfrentar para poder sobrevivir. El derecho elemental, aprobado hace décadas por las Naciones Unidas, de tener un Estado Palestino, al igual que existe el Estado de Israel, es bloqueado por el voto de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad y la ONU no hace nada para cambiar tal actitud.

Palestina sigue siendo dos territorios discontinuos –Cisjordania y Gaza–, el primero descuartizado por los muros, violado por asentamientos judíos y ocupado militarmente. Gaza, cercada y atacada cada tanto, impunemente. No existe como Estado y se intenta que deje de existir como territorios aislados, al hacer que sea económicamente inviable y humanamente insostenible.

Todos debieran ir a Palestina –a Cisjordania, y si lo logran, también a Gaza– para tener idea de lo que es vivir bajo ocupación de un ejército racista. Para ver lo que significan cotidianamente los muros, que separan a vecinos, a parientes, a niños que antes jugaban juntos en la calle. Cómo las señoras palestinas tienen que caminar kilómetros para poder cruzar hacia el otro lado, sometidas al arbitrio de jóvenes militares racistas de Israel, que controlan los pasos.

Para ver cómo ese mismo tipo de jóvenes sale por las noches, protegido por fuerzas militares de Israel, para destruir bienes de los palestinos, incluidos olivares, que tardan un siglo para crecer. Que tiran basura en calles de los palestinos, quienes tienen que poner redes de protección para defenderse.

Para sentir cómo los palestinos son atacados también en su orgullo, en sus espacios mínimos de vida, hay que ir a Palestina: a Cisjordania y, de ser posible, a Gaza.

Nada de todos estos sufrimientos justifica acciones violentas, aunque uno piensa, cuando está allá, ¡cómo hacen los palestinos para no reaccionar al terrorismo cotidiano que se ejerce en contra de ellos!

Incluso porque lo primero es la unidad nacional de Palestina, porque se trata de una lucha contra el invasor, hay que unir el país para expulsarlo. En segundo, dada la correlación de fuerzas internacional, hay que contar con sectores en Israel que se convenzan que no vale la pena la ocupación permanente de Palestina y las incertidumbres que ello trae para los mismos israelíes.

Hoy se puede decir que la construcción de un Estado Palestino está en punto cero. Existe el acuerdo de reunificación entre Gaza y Cisjordania, pero Israel afirma que no negocia con un gobierno nacido de ese acuerdo, porque Hamas no reconoce al Estado de Israel. Mahmoud Hamas ya dijo que el nuevo gobierno sí lo reconocerá, pero Israel usa cualquier pretexto para no avanzar en negociaciones, que sólo pueden conducir al reconocimiento del Estado palestino.

La nueva ofensiva brutal de Israel sobre la desprotegida Gaza revela, una vez más, la soledad de los palestinos. No pueden contar con nadie que detenga a Israel. Nadie que se juegue, en contra de Estados Unidos, por la existencia del Estado Palestino.

sábado, 19 de julio de 2014

La historia de Gaza que los israelíes no cuentan [Robert Fisk]

Médicos palestinos tratan a una niña herida en la sala de urgencias del hospital de Shifa, en la ciudad de Gaza, Franja de Gaza. Foto: AP

Muy bien, para la tarde del viernes el intercambio de muertes estaba 110-0 en favor de Israel. Pero pasemos a la historia de Gaza que nadie va a contarnos en estas horas.

Se trata de la tierra. Los israelíes de Sederot reciben fuego de cohetes de los palestinos de Gaza y ahora a los palestinos les dan su merecido. Seguro, pero esperen: ¿cómo es posible que todos esos palestinos –1.5 millones- estén amontonados allí en Gaza, por principio de cuentas? Bueno, sus familias vivieron alguna vez en lo que hoy se llama Israel, ¿verdad? Y fueron expulsadas –o huyeron para salvar la vida– cuando el Estado israelí fue creado.

Y –aquí tal vez hay que contener el aliento– los pobladores de Sederot a principios de 1948 no eran israelíes, sino árabes palestinos. Su aldea se llamaba Huj. No eran enemigos de Israel. De hecho, dos años antes, esos mismos árabes habían escondido del ejército inglés a combatientes judíos de Haganá. Pero cuando el ejército israelí se volcó contra Huj, el 31 de mayo de 1948, expulsó a todos los pobladores árabes… ¡a la franja de Gaza!

Se volvieron refugiados. David Ben Gurión (primer israelí en ocupar el cargo de primer ministro) la llamó acción injusta e injustificada. Lástima: nunca se permitió a los palestinos de Huj volver a su ciudad.

Y hoy día, mucho más de 6 mil descendientes de los palestinos de Huj –la actual Sederot– viven en el muladar de Gaza, entre los terroristas que Israel afirma que se propone destruir y que lanzan sus cohetes hacia lo que fue Huj. Interesante historia.

Lo mismo va por el derecho de Israel a la autodefensa. Hemos vuelto a oírlo mencionar. ¿Qué pasaría si los londinenses fueran atacados con cohetes, como los israelíes? ¿Acaso no devolverían el golpe? Bueno, sí, claro, pero los británicos no tenemos más de un millón de antiguos habitantes del Reino Unido aglomerados en campos de refugiados en unos cuantos kilómetros cuadrados en los suburbios.

La última vez que este especioso argumento se utilizó fue en 2008, cuando Israel invadió Gaza y dio muerte al menos a mil 100 palestinos (tipo de cambio: mil 100 a 13). ¿Y si Dublín fuera atacada con cohetes?, preguntó entonces el embajador israelí. Pero en la década de 1970 la ciudad británica de Crossmaglen, en Irlanda del Norte, fue atacada con cohetes por la república de Irlanda, y sin embargo la Real Fuerza Aérea no bombardeó Dublín en venganza ni mató mujeres y niños irlandeses.

En Canadá, en 2008, los partidarios de Israel manejaban el mismo alegato fraudulento. ¿Y si la gente de Vancouver, Toronto o Montreal fuera atacada con cohetes desde los suburbios de sus propias ciudades? ¿Cómo se sentiría? Pero los canadienses no han apretujado a los pobladores originales de su territorio en campos de refugiados.

Crucemos ahora hacia Cisjordania. Primero que nada, Benjamin Netanyahu dijo que no podía hablar con el presidente Mahmoud Abbas porque no representa también a Hamas. Ahora dice que sólo puede hablar con él si rompe con Hamas, aun si entonces ya no representaría a Hamas.

Entre tanto, el gran filósofo izquierdista israelí Uri Avnery –que a sus 90 años se conserva fuerte, por fortuna– ha abordado la más reciente obsesión de su país: el peligro de que el Estado Islámico (EI) se lance hacia el oeste desde su califato iraquí/sirio y llegue a la margen oriental del río Jordán. “Y Netanyahu dijo –señala Avnery– que si no es detenido allí (en el Jordán) por la guarnición permanente israelí, aparecerá a las puertas de Tel Aviv.”

La verdad, por supuesto, es que la fuerza aérea israelí aplastaría al EI en el momento mismo en que se atreviera a cruzar el Jordán desde Irak o Siria.

La importancia de esto, sin embargo, es que si Israel mantiene su ejército en el Jordán (para proteger a Israel del EI), un futuro Estado palestino no tendría fronteras y sería un enclave dentro de Israel, rodeado por todas partes por territorio ocupado por Israel.

Muy parecido a los bantustanes sudafricanos, observa Avnery. En otras palabras, jamás existirá un Estado palestino viable. Después de todo, ¿acaso el EI no es lo mismo que Hamas? Claro que no. Pero no es eso lo que oímos de Mark Regev, vocero de Netanyahu. No, lo que él declaró a Al Jazeera es que Hamas es “una organización terrorista no muy diferente del EI en Irak, Hezbolá en Líbano, Boko Haram…”

Tonterías. Hezbolá es una milicia chiíta que ahora combate a muerte dentro de Siria a los musulmanes sunitas del EI. Y Boko Haram –a miles de kilómetros de Israel– no representa ninguna amenaza para Tel Aviv.

Pero ya me entienden ustedes. Los palestinos de Gaza –y por favor olviden para siempre a los 6 mil palestinos cuyas familias vienen de la tierra de Sederot– son aliados de las decenas de miles de islamitas que amenazan a Maliki en Bagdad, a Assad en Damasco o al presidente Goodluck Jonathan en Abuya.

Aún más relevante al caso: si el EI avanza hacia el borde de Cisjordania, ¿por qué el gobierno israelí aún construye colonias allí –ilegalmente, en tierra árabe– para civiles israelíes?

Esto no se trata sólo del infame asesinato de tres israelíes en Cisjordania o del repugnante homicidio de un palestino en Jerusalén este. Tampoco del arresto de muchos militantes de Hamas y políticos en Cisjordania. Ni de cohetes. Como siempre, se trata de la tierra.

Robert Fisk es periodista del diario inglés The Independent. Corresponsal en Medio Oriente.

jueves, 10 de julio de 2014

14 de Febrero






14 de Febrero.

Abre los ojos y un escalofrío lo inunda, lo siguiente que alcanza a distinguir, es la oscuridad. La humedad y el  sonido de las aspas del ventilador se filtran a través de sus sentidos como distantes eventos de un mundo que parece todavía onírico. La realidad comienza a materializarse. Reconoce con su tacto la rugosa piel de la pared y la acaricia. Fría, le devuelve una textura que se antoja a una costra que le crece a un muerto. Quita la mano y toca la sábana: fresca, suave, interminable.

Cinco minutos más tarde, el despertador anuncia que son las cinco de la mañana con cinco minutos, la vida, piensa Claudio, está llena de repeticiones. Son las cinco con cinco, es catorce de febrero de dos mil catorce, pronto me levantaré y cepillaré mis dientes como lo hice ayer y antes de ayer, y como lo haré mañana. La mente soñolienta recita casi sin esfuerzo los razonamientos cíclicos en los que se aventuraba. Catorce de febrero, intentó retener en su consciencia, como si algo alrededor de la fecha fuera a revelarsele y lo hizo, se acordó del festejo. Hasta ese momento, la fecha no aportaba nada más que cualquier otro día, la rutina se apoderaría de todo como si fuera un gran molino y acabaría por consumir cada segundo entre ligeros sobresaltos poco interesantes. Pero ahora, el día parecía llenarse de una sustancia invisible e incorpórea, de naturaleza parásita, virulenta, contagiosa.

Absorbió el aire pesado que le envolvía e intentó localizar el aroma, el almizcle que aseguraba se encontraba ahí. No consiguió nada. Bah, al fin, seguramente en esta habitación demasiado pequeña es imposible concebir tan graciosa sustancia, pensó para consolarse, después de todo, siendo yo un hombre solo, es muy probable que el hongo que produce estas sensaciones, no haya arraigado ni en la puerta ni en los ladrillos. Se quedó con la imagen del  hongo y los componentes metafísicos que seguro fluctuaban en el ambiente, desesperado porque algo fuera distinto en su vida, además de lo obvio, recurría a explicaciones cada vez menos lúcidas y visiblemente más desesperadas.

Una hormiga hecha de frío comenzó a punzarle el dedo gordo del pie derecho y lo escondió bajo la sábana. Esto le pareció extraño, sin duda, era una de esos sobresaltos mediocres que se producirían a lo largo del día. Hizo una mueca de molestia, estaba harto de esta vida plagada de asuntos estables, a medias. Su vida de oficinista en una dependencia de gobierno se definía en un café al llegar, una torta a media mañana, casi siempre de pollo y una comida en la fonda de siempre. Los viernes variaba y escapaba hacia algún restaurante previamente seleccionado por sus compañeros. Su vida, no era suya. Servil súbdito de las cosas mediocres, todo tenía un sabor simplón y corriente.

En varias ocasiones había intentado cambiar, entró al gimnasio y lo dejó, aprendió a tocar piano y lo  olvidó. Pero no se lo reprochaba, tampoco achacaba sus infructuosas empresas a otras personas, tal vez, decía, esto era el destino. En siete años habían desfilado tres mujeres, y de ninguna se acordaba con suficiente detalle. Por las noches se acordaba de la última o de la primera, y era frecuente que descubriera que tenía rasgos de la segunda o de la tercera. Todas, al final habían acabado por aburrirse y en un arrebato existencialista, salían corriendo con el primer tipo fornido, estafador o bebedor que conocían. No eres tú, tú estás bien, no me mereces, yo soy una loca, era una frase acostumbrado a oír.

Pero hoy sería diferente. En general, cada vez que se acercaba una fecha especial, como navidades, la pascua, o simplemente su cumpleaños, sospechaba que algo emergía de los ladrillos y de las piedras e inundaba el ambiente. Alguna vez intentó explicar esta visión del mundo y lo tacharon de loco. Es la emoción, le decían. Pero no era cierto, la emoción era una cosa y esto simplemente era algo más allá de su mente, existía por si mismo. Por eso hoy, se decía, sería diferente.

Hizo una bola con la sábana y la aventó lejos, otro cambio en la rutina. Su mano recorrió su pecho desnudo. Escuchó pasos en la cocina, alguien o algo gritaba su nombre: ¡Claudio! , ¡Señor Claudio! Se llenó de miedo, ¿quién estaba en su casa? Las voces se multiplicaron en el pasillo y se escuchaban desde el baño o desde la sala: ¡Claudio, Claudio, ¿Donde estás?! El miedo, o algo que no alcanzaba a entender le impedía  hablar, pero en su mente gritaba, deseaba que lo encontraran.

Justo cuando la puerta comenzó a ser golpeada con fuerza y desesperación, se sintió feliz. Al fin, dijo, pasaría algo distinto. Volvió de sus divagaciones y se levantó en el momento en que la  puerta caía en pedazos, la luz tenue y fría de las lámparas de mano iluminaron la habitación, ¿Claudio?, se escuchó una voz familiar, su madre. ¡Llevensela de aquí!, gritó un hombre. Claudio estaba confundido, todavía un poco soñoliento devolvió la mirada a la pequeña cama en donde había dormido. El frío lo abrazó desde la espalda, se apoderó de cada átomo que aún poseía: ahí en la cama, estaba su cuerpo, amoratado por el tiempo.

Audiolibro Recomendado del Mes

Compartimos el Libro: "De la dictadura a la Democracia" del autor Gene Sharp, en su formato audiolibro para nuestros estimados lectores. Un título imprescindible sobre los diferentes métodos que el autor propone para disolver dictaduras por medio de revoluciones pacíficas y acciones no-violentas. (son díez capítulos que se estarán subiendo hasta completar la carpeta):