jueves, 16 de septiembre de 2010

México: dos gritos



Andrés Manuel no necesita hacer desfiles y derrochar el dinero del pueblo en pirotecnia. Basta un discurso conmovedor, un buen festival y miles de personas reunidas por su propia voluntad, para conmemorar una batalla que debe perdurar por siempre en la memoria, pues encarna el nacimiento del país.

La plaza central de Tlatelolco se va llenando de gente en su espera. Mientras tanto se entonan canciones de resistencia, se recuerda por igual a estudiantes, obreros y caudillos. Se envuelve en la simbiosis de las tres culturas, en la mezcla infinita, en los Méxicos profundos. A solo unos cuantos pasos, la realidad se muestra diferente, el zócalo es cubierto por un show musical sin memoria e identidad; En un espectáculo donde pocos del pueblo son los invitados, pues antes que ellos, hay una larga lista de burócratas.

En la televisión los voceros describen una "fiesta sin igual" que nadie de los presentes jamás volverá a presenciar. Aunque se exhiba lo contrario, un recorrido opulento, deslucido, sin estrella y personalidad.

La noche, poco a poco envuelve la ciudad. Las amenazas de lluvia desaparecen y a lo lejos aparece Andrés Manuel. Sus seguidores le gritan, lo aclaman. Mientras él prepara su discurso, saluda a los asistentes y emergen de sus labios las primeras palabras, "Estamos aquí para recordar la lucha del pueblo y de sus dirigentes contra el colonialismo y el saqueo económico y, sobre todo, en pos de la justicia".

El Público lo observa, lo escucha detenidamente. Él continua "para nosotros el movimiento de independencia representa un grito de libertad: el llamado de Hidalgo para abolir la esclavitud; el ideal de Morelos por la igualdad y el nacimiento de una República sin discriminación ni privilegios". Todos guardan silencio, permanecen atónitos frente a su discurso.

Los invitados y habitantes de Tlatelolco, no están dispuestos a borrar lo acontecido el año de 1968 en esta plaza. Por ello, luchan contra la desmemoria, reclaman el papel histórico de este lugar. Andrés Manuel lo sabe y lo evoca “Desde aquí, donde los estudiantes del 68 lucharon por la democracia y fueron sacrificados por el autoritarismo del PRI, les decimos a los que se sienten dueños de México, que no les será fácil consumar una nueva felonía”.

El presidente legítimo, como han decidido llamarlo sus seguidores, va articulando sus ideas hacia el final; La expectación aumenta, él vocaliza "la patria es tierra para el bien de todos. Es el espacio que nos legaron los antepasados, a nosotros y a las futuras generaciones, para vivir con dignidad y justicia, para soñar y ser felices".

Después de escuchar sus palabras, la multitud se encuentra al borde de la emoción, desea colmar de vivas el ambiente. Verse a sí mismos en la injusticia del pasado, recordar a sus héroes y caídos. Decir también: 

¡Vivan los héroes anónimos! ¡Vivan los indígenas! ¡Vivan los campesinos! ¡Vivan los obreros! ¡Vivan los migrantes! ¡Vivan los artistas! ¡Vivan los maestros! ¡Vivan los profesionistas! ¡Vivan los sectores productivos! ¡Vivan los jóvenes! ¡Vivan las mujeres!
Cerca de ahí, en el zócalo, corazón de México que muchos de los aquí reunidos conocen bien, hoy todo es exhibición, amnesia. Los que se quedaron afuera, los desinvitados a la fiesta, reciben en su televisión la señal de los voceros del poder; Ellos alimentan la desmemoria, dicen que las guerras no son buenas y nosotros este día no celebramos una de ellas. Dicen que es otra cosa lo que festejamos. Tratan de distorsionar la historia y con ello despojarle el espíritu rebelde, a un sinfín de levantamientos populares.

Andrés Manuel lo sabe y por eso lo dice “Lo hacemos al mismo tiempo en que los opresores de ahora festejan con un espectáculo frívolo, este hecho histórico, usando para ello al principal instrumento de dominación con que cuentan: la televisión”.

Entonces las palabras de Rosario Castellanos resurgen desde el monumento y nos evocan el papel de los medios de comunicación en nuestra historia.
¿Quién? ¿Quiénes? Nadie. Al día siguiente, nadie. La plaza amaneció barrida; los periódicos dieron como noticia principal el estado del tiempo. Y en la televisión, en la radio, en el cine no hubo ningún cambio de programa, ningún anuncio intercalado ni un minuto de silencio en el banquete.

La capital del país se torna de contrastes, pues hoy hubo dos Méxicos bien diferentes.

Una sola mirada, diferentes visiones.

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