La realidad es un manojo de poemas sobre los cuales nadie reclama
derechos de autor. Debajo de cada piedra, de cada baldosa, se esconde un
poema.
Hay irreverentes, y también historiadores, que sostienen que la
virginidad de María es un error de traducción. Y puede que sí. Pero ya
sea en arameo, zendo, jónico, eólico o ático, haya sido
virgen o mujer normalmente sexuada, María es sobre todo una imagen
poética, digna de parir a esa prometedora metáfora llamada Jesús (no
olvidemos que expulsó del templo a los mercaderes).
Hasta en las guerras hay poesía, pero nunca en la artillería de los
vencedores sino en la última mirada de los vencidos. Hay poesía en los
himnos patrios, pero no en la cursilería de sus letras
sino en las voces de quienes los cantan.
Hay poesía en los cuadros de Van Gogh o de Velázquez, de Murillo o
del Tiziano, de Durero o de Gainsborough, y hasta en las peligrosas
arañitas que alojan su hambre estética detrás de un cuadro
de Picasso o de una estampa de Buda.
Cuando uno ve pasar una muchacha con su garboso contoneo y murmura
que es un poema, sólo dice la verdad. Aun el dolor es poético, como bien
lo documentaron Shakespeare y el Dante, y más cerquita
Rulfo y Quiroga.
Lo malo de la realidad y también de la poesía es su punto final. Como éste.
Mario Benedetti
Una sola mirada, diferentes visiones.
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