Uno escribe a partir de una necesidad de comunicación y de comunión con los demás, para denunciar lo que duele y compartir lo que da alegría. Uno escribe contra la propia soledad y la soledad de los
otros. Uno supone que la literatura transmite conocimiento y actúa
sobre el lenguaje y la conducta de quien la recibe; que nos ayuda a
conocernos mejor para salvarnos juntos. Pero "los demás" y "los
otros" son términos demasiado vagos; y en tiempos de crisis, tiempos de
definición, la ambigüedad puede parecerse demasiado a la mentira. Uno
escribe, en realidad, para la gente con cuya suerte, o mala suerte, uno
se siente identificado, los malcomidos, los maldormidos, los rebeldes y los humillados de esta tierra, y la mayoría de ellos
no sabe leer. Entre la minoría que sabe, ¿cuántos disponen de dinero
para comprar libros? ¿Se resuelve esta contradicción proclamando que uno
escribe para esa cómoda abstracción llamada "masa"?
Eduardo Galeano
Defensa de la palabra fragmento
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