lunes, 15 de junio de 2009

“¿De quién fue la culpa? No quiero saberlo”

Foto tomada de la galeria de: Ale Alvarez


Carlos Monsiváis
El Universal

No hay ni, por lo visto, puede haber culpables en la tragedia de la guardería ABC en Hermosillo, si acaso el azar y su informalidad devastadora porque la ciudad carece de responsables de lo que sea, y porque las guarderías son territorio del accidente. Algunos discreparán, pero la PGR, el IMSS, el GDS (Gobierno de Sonora) y otras siglas intachables ya lo han dicho. La PGR, por ejemplo, asegura: “Podrían configurarse delitos culposos, pero nadie irá a la cárcel por el caso de la guardería. El incendio no fue intencional; si hay delito se alcanzaría fianza”. El secretario de Desarrollo Social, Ernesto Cordero, arriesga toda su lucidez: “Deseo de corazón que no haya accidentes en estancias de Sedesol”. Se supone que acto seguido nombró a su corazón Comité de Vigilancia.

No hay culpables sino héroes declarativos, del equipo de salvación de la humanidad, hay funcionarios de buen corazón que acuden al lugar devastado y dan el pésame, y miran a las dos madres que dejaron entrar y les extienden su compasión como cubriéndolas con todas las devociones. El funcionario otorga el pésame, con copias a los medios y dos para el Archivo de Qué Mala Onda (los damnificados cambian un pésame del alto funcionario por 100 de sus vecinos), y el encumbrado político otorga dos o tres abrazos breves pero suntuosos y reparte condolencias y no se preocupa si no se las devuelven; son condolencias con las que pueden quedarse los interesados.

No hay culpables. El funcionario lo dice con pesadumbre: “Si quieren un consuelo adicional, búsquenlo en la religión, mis ayudantes les darán domicilios o correos electrónicos de los templos más próximos, y aguarden los favores del Seguro que vienen envueltos de buena voluntad, son a su modo graffitis en las paredes del alma, los últimos muros desocupados sobre la Tierra”.

(A propósito de condolencias, recuerde, señora, señor, no se les olvide, jóvenes, el antiguo presidente Vicente Fox, tesorero del voto útil, que en ocasión de la tragedia de Pasta de Conchos dijo a un grupo de madres de familia, es de suponer de familia aprobada por Dios o el partido en el gobierno, algo conmovedor: “El gobierno a mi encargo las quiere mucho por su sencillez y les comunica su pena por la muerte de sus deudos”. Eso dijo porque es de sabios no recordar el lugar donde dejaron su opinión: “Les comunica su pena por la muerte de sus deudos”. Muy bien, don Vicente; desde entonces los deudos son los muertos, tal vez porque se quedaron esperando a enterarse de la suerte de sus desaparecidos.)

No hay culpables en la tragedia de Hermosillo. ¿Podrían existir? El IMSS no lo es, desde luego; es institución y la culpa es de los hombres, y ahora también de las mujeres. La subrogación tampoco porque es iniciativa de funcionarios para nada adeptos al error, que han visto en las guarderías subrogadas la devolución del cuidado de la tierna infancia a los que sí saben hacerlo, los funcionarios. Ya el director del IMSS habló de los 50 millones de pesos que el gobierno tiene destinados para los niños de aquí a que fallezcan a la edad en que eso acontezca. De veras que no merecemos, me corrijo, de veras que no merecen estos niños tanta misericordia, sobre todo porque no habiendo culpables, el gobierno asume una culpa que no es suya y que no existe, para acabar con la maledicencia de los que no están de acuerdo con la infalibilidad de las decisiones gubernamentales.

No hay culpables. El presidente Calderón confía en las guarderías subrogadas: “Son excelentes opciones y no cuestan carretadas al Estado. Casas particulares o cocheras son adaptadas para brindar atención. Los padres de familia pueden estar tranquilos con ese servicio”. También se enorgullece de “la sociedad subrogada” y de “las elecciones subrogadas”, ya encargadas por contrato a los partidos, que dado el nivel de su inteligencia podrían también subrogar neuronas. Y por eso culpar a contratistas subrogadores por su rapacidad es tanto como demandar a Caín por la falta de documentos de adquisición y venta de la quijada de burro y eso sí que no.

No hay culpables. México requiere un Estado débil y un empresariado vigoroso, al que tonifica a diario la agonía del Estado débil. Por eso dan lástima las campañas de odio, los populistas que exigen el fin de las guarderías subrogadas; sí, cómo no, y con qué otra van a salir, con que ya no quieren una nación subrogada, con que dudan de la omnipotencia del salvador de la humanidad: la crisis nos ha hecho los mandados; la economía, oigan a Carstens, sigue un rumbo seguro, el de la eternidad a corto plazo, la más productiva o rentable, la eternidad a largo plazo no está a la alza en el mercado cambiario.

No hay culpables ni favorecidos ni empresarios voraces ni políticos que se casan para ser felices y para que sus mujeres los representen en los negocios. A una familia la pueden llevar al éxtasis financiero sus relaciones consanguíneas, pero oponerse a las ayudas entre parientes es como si se quisiera talar todos los árboles genealógicos disponibles, quedan tan pocos que sería un ecocidio oponerse a las ayudas entre familias.

No hay culpables. Hay fuerzas malignas que acusan al Subrogato de la República; quizá no han oído este término, pero es porque nadie ha querido subrogarlos, dense cuenta de su nulo sitio en la sociedad, ni siquiera necesitan el nulo voto, basta con que nadie los subrogue. ¡La República ha muerto, viva el Subrogato!

No hay culpables. El titular de Sedesol, que algo debe saber de algo, o no sabría nada y seguiría siendo secretario de Estado sin saber lo que dice, con lo cual estaría a punto de no decir para poner de relieve que lo que no sabe es lo que estuvo a punto de intuir, y que se me perdone este viaje por las suposiciones porque quise ayudarlo con la esperanza de que algún día sepa algo… Declara muy ufano: “Las guarderías subrogadas son más seguras que los lugares de origen de los niños”. ¿Podría demostrar este prócer de los trabajos de campo que esos niños viven en un campo de batalla en Afganistán, o que los llevan periódicamente a Atenco durante las demostraciones de fuerza de los peleadores de Peña Nieto? ¿O podría decirnos por qué está tan seguro de que nadie lee sus declaraciones? ¿O lo que dice no tiene que ver con lo que piensa, porque lo que piensa nunca llega a tiempo de enterarse de lo que dice?


Una sola mirada, diferentes visiones.

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