lunes, 20 de febrero de 2012

Intratado 416. De amores y modernidades


Kiss por echormg Flickr

Amor, esa curiosa palabra. A través de los siglos el amor ha sido objeto de númeroros estudios, algunos analíticos lo despojan de su condición poética y lo arrastran al razocinio, le clavan agujas, lo hurgan con lupas y luces blancas que ciegan. Otros lo ensalzan, lo elevan a la condición de dios y se engañan constantemente en alcanzar lo inalcanzable, en poseer lo incorpóreo. 

Los primeros siempre en contra, los segundos invariablemente a favor defienden la eternidad del sentimiento. Por aquí quiero empezar este discurso sin pies ni cabeza, que acabará con la paciencia del lector antes de que haya explicado algo coherente.

Primero hay que ver que cosa es la eternidad, la eternidad según el diccionario más a mano que tengo "cualidad de algo que no tiene principio ni fin". Hay numerosas maneras de acercarse al problema de lo eterno pero eligiré la más próxima y quizá la más burda de ellas. Antes de entrar al fondo de lo insondable, partamos de una idea simple. Observemos todo a nuestro alrededor, sin mucho esfuerzo vamos a caer en la certidumbre de que todo cuanto existe, deberá dejar de existir algún día. Si algo existe en nuestro mundo, debe dejar de existir para que otras cosas que no existen puedan ser. Es el ciclo vital, la rueda continua que permite que las más estúpidas alegrías puedan ser disfrutadas.

Bueno, como usted ya advertirá, si existimos en un lugar finito, no se puede nunca contener algo sin fin en algo con bordes definidos, por muy grande que sea el recipiente siempre tendrá un límite. 

Luego tenemos la primera falacia evidente del amor eterno. El amor eterno no existe, jamás existió ni existirá. Pero es algo fácil de ver, lo curioso es como el concepto moderno de amor choca con con los conceptos pasados.

La vida es una cosa curiosa, se refina a sí misma, y en el proceso, la humanidad inmersa en ese proceso continuo, refina sus ideas, ideales, y lo humano. Murió el amor eterno, pero yo quiero llevar la muerte del concepto del amor a un nivel mucho más real, mucho más práctico. Si el lector me acompaña me gustaría mostrarle que el amor, al igual que la felicidad no son continuos, sino más bien aleatorios. Es cierto que uno puede querer a alguien constantemente, pero no se le quiere todo el tiempo. El amor entonces queda definido en función de la regularidad con que ese sentimiento es apreciado por las partes implicadas, considerando el factor tiempo.

Lo que le propongo al lector es un amor más laxo en el tiempo pero más vívido en el instante. Un amor más parecido a una epifanía y por ende (creo yo) más febril y sensorial. Un amor que vive y deja amar. Creo en el fondo que cuando aprendamos un poco esto y un poco de aquello, mejoraremos igual la convivencia de la humanidad, una humanidad más amorosa, que sepa quererse mutuamente. 

Usted lector no tiene porque estresarse con las ideas que bullen en la mente solitaria de un cuervo, pero me agradaría que lo considerara.

1 comentario:

Zorro Tapatío dijo...

Buena entrada, muy interesante como siempre el planteamiento, gracias por compartirlo acá, estoy fascinado de ver el movimiento, el blog lleno de vida. Un abrazo inmenso! ;)

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