Transcurría el segundo tiempo de un sospechoso silencio cuando ella recordó: "Está corriendo el agua...". Y la sangre, pensó el. Resoplando con discreción, como si no debiera ser advertido, incapaz de relajarse, temblando en ocasiones, Serapio besaba los flecos de seda y con ellos adheridos a su lengua succionaba las vértebras, el cuello, los hombros, como una sanguijuela indecisa; la espalda de Nausícaa crujía perezosamente con los viejos resortes del tambor, pero no daba señales de comprometerse. Easy, man, decíase Bedoya, easy...
Jaime Avilés
Nosotros estamos muertos
Una sola mirada, diferentes visiones.
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