lunes, 28 de diciembre de 2009

2010, un año enigmático



 JORGE GÓMEZ NAREDO
La Jornada Jalisco

No sé cuándo se romperá la delgada soga que todavía sostiene este país: parecería que el precipicio es evidente e inevitable, pero no nos caemos. No se cae esta nación con todas sus cuitas y sus sinsabores; aunque muchas veces parece venirse abajo. Seguro es uno más de esos misterios inexplicables de estas tierras. Nos mantenemos quizá por la inercia. O por la costumbre. O quizá porque es complicado caernos.

Pronto se está terminando un año y comienza otro. Y el que inicia es enigmático: 2010. Muchos argumentan que rápido habrá revuelta, que decenas de miles se hartarán y raudos vendrán los caudillos y las guerrillas y todos juntos, o un poco separados nada más, tiraremos a los gobiernos injustos y estableceremos un régimen mejor. ¿Será? Hay quienes se frotan las manos y esperan, cabalísticamente, algún mes del 2010. Se devanan los sesos: si en 1810 hubo revolución, y en 1910 también, ¿por qué no ha de haberla en 2010? La cuestión no resulta falta de interés, y el argumento se mira atrayente, pero vale la pena preguntarse ¿acaso las circunstancias materiales, sociales, económicas y culturales son propicias para una revuelta o un continuo proceso de estallidos sociales que nos traigan, como primera presea, la renuncia de Calderón?

Yo por más que miro a mi alrededor no veo condiciones de levantamientos sociales próximos. Eso no indica que con el sistema económico, los pésimos gobernantes que aparecen por toda la geografía nacional, y con las afrentas que a diario sufre el pueblo mexicano, este país no esté por caerse, por derrumbarse. La cuestión es ¿cuándo estallarán las muchas inconformidades?, ¿es factible que estallen?, ¿se pueden unir los desazones de aquéllos con las irritaciones de éstos?, ¿cuándo se superarán las barreras entre los “puros” y los “impuros”, entre quienes buscan el “cambio verdadero” y quienes pretenden las “transformaciones cosméticas”?, ¿cuándo se unirán las muchas rabias que habitan en millones de mexicanos?

El país está marcado por la pobreza, las desigualdades aberrantes, irritantes y exasperantes y por los sufrimientos y carencias de los muchos y las risas y comodidades de los pocos. Pero ¿esto es suficiente para el “gran” estallido social?, ¿para la desobediencia civil y la presión contra el gobierno federal? Felipe Calderón logró tomar posesión en 2006. Van tres años en que ha buscado legitimarse. Y de cierta manera lo ha logrado. Ha tenido de apoyo a cuatro grupos fundamentales: el PRI, al PRD moderado, el Ejército y, en especial, a buena parte de los medios de comunicación. Gracias a estos cuatro pilares ha conseguido mantenerse y sostener al país de una delgada soga: próximo al precipicio. Las incapacidades de Calderón son incontables: el inicio de una guerra sin planeación contra el narco en busca de la ansiada legitimidad, la siempre constante amenaza de represión contra los inconformes, la falta de un proyecto de nación, la insensibilidad para con el pueblo, el desdén para con los trabajadores y un largo etcétera.

Es extraño este país: por un lado está a punto de caerse, y por el otro, muy lejos de caerse. Las afrentas existen, están ahí: se miran por doquier. Las injusticias se sienten y se viven. Las desigualdades son evidentes. Pero ¿por qué no estalla todo de una vez por todas? Quizá sean las televisoras que transforman siempre las realidades a conveniencia del poderoso. O la religión, que amaina las impotencias y congela la cólera. O quizá sea esa convicción tan mexicana de aguantar todo, de soportar lo peor (con lágrimas sí, pero también con sonrisas), de resistir en silencio y sin aspavientos: nos queman los pies y las manos, como a Cuauhtémoc, pero nos mantenemos estoicos. Así ganamos. O así pensamos que ganamos. Es quizá el desdén por la muerte y por la vida. Octavio Paz lo resumió magistralmente: “La indiferencia del mexicano ante la muerte se nutre de su indiferencia ante la vida. El mexicano no solamente postula la intrascendencia del morir, sino la del vivir”.

Sí, el país está por caerse. Y sin embargo, no se cae. 2010 comenzará pronto. Llegará con festejos y agasajos, con discursos de unidad y de mirar el futuro, con lágrimas y crisis económicas, con miseria y pobreza que crece por todas partes. Pero, ¿qué hay debajo de este país de apariencias?, ¿acaso furia que se transformará en estallidos sociales?, ¿corajes que se unirán, organizarán y actuarán?, ¿afrentas que serán vengadas? ¿Qué hay realmente abajo? ¿Un volcán próximo a explotar?, o ¿un lago tranquilo, que no se moverá? ¿Cuánto aguantará esa delgada soga que nos sostiene como país?
 
jorge_naredo@yahoo.com

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