
La madrugada del 28 de julio de 1957, la ciudad de México se estremeció con un poderoso terremoto. Entre los daños, la famosa estatua conocida como El Ángel de la Independencia cayó de su pedestal. Jaime Contreras, un humilde obrero, se acercó a la enorme cabeza decapitada. Entre los restos, encontró un papel viejo y marchito. Al leerlo, lo supieron: era una carta de amor que el escultor había introducido en la estatua. Era para su novia, que lo había abandonado días antes de terminar la fundición. No se atrevió a entregársela, y la escondió en el Ángel para eternizar su amor.
Una sola mirada, diferentes visiones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario