20 de noviembre de 1922
Leavenworth
Ricardo, el más talentoso y peligroso de los hermanos Flores
Magón, ha estado ausente de la revolución que tanto ayuda a
desatar. Mientras el destino de México se jugaba en los campos de
batalla, él picaba piedras, engrillado, en una cárcel
norteamericana.
Un tribunal de los Estados Unidos lo había condenado a veinte
años de trabajo forzado por haber firmado un manifiesto anarquista
contra la propiedad privada. Varias veces le ofrecieron el perdón,
si lo pedía. Nunca lo pidió.
Cuando muera, mis amigos quizás escriban en mi
tumba: «Aquí yace un soñador», y mis
enemigos «Aquí yace un loco». Pero no
habrá nadie que se atreva a estampar esta inscripción: «Aquí yace un cobarde y traidor a sus
ideas».
En su celda, lejos de su tierra, lo extrangulan. Paro
cardíaco, dice el parte médico.
Una sola mirada, diferentes visiones.
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