Dos de octubre por la noche. Lluvia y consignas, tanquetas, disparos, gritos y silencio, masacre. La memoria no podrá ocultar lo sucedido en Tlatelolco, será inevitable.
Porque ese día salieron, juntos, todos ellos, los fantasmas del sistema que se atrevieron a alzar la voz en tiempos de silencio, los ausentes en unos juegos olímpicos teñidos de rojo. Quizá las gotas sean lagrimas, quizás la sangre derramada sea color, pero ese día, sin duda los estudiantes cimbraron para siempre la vida política del país.
La memoria no postergará la realidad. La memoria no es corta, no es lejana, está presente. El dos de octubre no se olvida, los estudiantes no desaparecen, Porque ese dos de octubre sigue ahí, no se olvida. Porque esos estudiantes no desaparecen, no son borrados mágicamente de la plaza de las tres culturas.
Una sola mirada, diferentes visiones.
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