En todas las épocas se ha dicho y repetido que hay que aspirar a conocerse a sí mismo. Se trata de un requerimiento extraño, al que hasta ahora nadie ha respondido y al que, en realidad, nadie debería responder. El hombre, con todos sus esfuerzos y afanes, siempre depende de lo exterior, del mundo que le rodea, y bastante le cuesta conocerlo y servirse de él en la medida en que lo necesita para sus objetivos. De sí mismo lo único que sabe es si está disfrutando o sufriendo, de modo que son sólo las alegrías y los sufrimientos los que le instruyen sobre lo que debe buscar y lo que debe evitar. Sin embargo, aparte de esto, el ser humano es una criatura oscura que no sabe de dónde viene ni adónde va, conoce muy poco del mundo y aún menos de sí mismo. Tampoco yo me conozco a mí mismo, y ¡que Dios me guarde de ello!
Goethe
Una sola mirada, diferentes visiones.
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