por Special Collections at Wofford College |
Te quiero, creo que
indudablemente te quiero. Ahora, lo que ya no sé, es si te quiero a
ti, como amiga, como hermana, o como la que alguna vez quise. Un
corazón vomitado de sentimentalismo abyecto, una mezcla homogénea
de cosas heterogéneas. Te quise, te quiero.
Igualmente no tengo ni
remota idea de si te quiero por lo que eres, por lo que fuiste, o por
lo que puedes ser. Quizás, ya no te busco a ti, sino a la otra que
está en alguna esquina, en alguna fonda, subiendo a un camión,
pensando en las múltiples cosas cargadamente cotidianas que se
tienen que resolver al día. Porque al día vivimos, vivo.
No te quiero. Te quise.
Pero te extraño, extraño lo mucho que te quise, que nos quisimos y
que nos besamos. El recuerdo dicen unos es la consumación del deseo,
la única manera en que el hombre puede poseer las cosas,
recordándolas, porque el recuerdo es uno y no la extensión de uno.
Pero el recuerdo es pasado, y el pasado es impalpable. ¿A qué
sabían las naranjas de la casa rosa, cuantas cucharadas de azúcar
en el café por las tardes, que había ahí donde ahorita no hay
nada, o casi nada?. ¿Tú te acuerdas?. Yo casi no y lo lamento. Por
las noches me asalta tu recuerdo, me secuestran tus labios y tus
manos, tu piel y tu acento, tus ojos y tus cabellos, se enredan con
los míos en mi cama y me dicen cosas al oído. Aquello jamás
sucedió, nunca estuviste conmigo más allá de las once, pero de
alguna manera te recuerdo a mi lado. El recuerdo, el olvido, la
consumación del deseo. El olvido, la consumación del recuerdo. El
recuerdo la consumación del olvido. Escoge la fórmula, ninguna
cuenta y todas están equivocadas y si todas la están, todas están
en lo correcto. Todas se cruzan se solapan se mezclan.
Un corazón vomitado de
afuera hacia adentro. Destrozado no, destrozado es eso que se cae y
se rompe en un montón de pedazos perfectamente reconocibles. Lo mío
no es eso, lo mío es la sensación extraña de que todo está
revuelto, todo está mezclado. Indiscernible.
Vivir de atrás hacia
adelante, así vivo, allá lejos y aquí presente. Quizás sea esa la
razón eterna de una melancolía insaciable, el constante esperar de
algo que ya ocurrió. Espero, te espero a ti en la puerta, en la
estación de camiones por la mañana, verte bajar del cayuco verde
que te traía los sábados, con tus faldas recogidas y tus pies
humedecidos por el agua que se filtraba a través de la madera. Ese
perfume de hojas de árboles verdes y nuevos que rodeaba tu cabello.
¿Porqué?.
Bien sabes que no fuiste
la única, y que incluso con cada una de las anteriores mantuve
relaciones similares a las que tuve contigo. ¿Qué te hizo
diferente?. Fue la vez que
casi te ahogas a mitad de la laguna, o la vez que me sonreíste
cuando compraba pescados en el mercado. No sé. Quizás fueron las
tardes con el sol en puesta en que te declamaba aquellos versos “El
sol venía borracho o iba herido, y se cayó en el mar aquella
tarde”. Y reías. Luego tomabas mi mano y yo sonreía.
Paz, quiero paz, déjenme
en paz, penar en paz. Ya no te puedo llorar, porque se me va la
memoria, el recuerdo es el último estadio del hombre, después de
eso, sólo nos queda el polvo que dejamos en la tierra. Ya no tengo
lágrimas, literalmente. Sin lágrimas sólo se puede penar
eternamente.
Te quiero a ratos, cada
vez más cortos, cada vez más estrechos. Me reduzco a nada en este
mundo y el recuerdo que soy yo se quedará con ustedes, contigo quién
sabe. No recuerdo lo de aquella noche. Quiero recordar. ¿Dónde
estás?. ¿Dónde fuiste?. ¿Que camino tomaste?.
El recuerdo es trágico,
porque al final ni siquiera es nuestro. Somos recuerdo de otros. La
suma de las expresiones de quiénes nos conocieron. ¿Podrán decir
que nos conocieron?. Yo te conocí hasta esa noche, conozco aún tu
rostro y tu cuerpo, pero tu nombre, ¿cuál era?. Yo ya no existo,
soy una suma menos del recuerdo tuyo, que ahora no es precisamente
bueno. Regresa. Conmigo, regresa. Iremos a probar las naranjas, a ver
el atardecer en el río, te abrazaré en la noche y los huele de
noche perfumaran las horas previas a la aurora. Duerme conmigo como
dicen los cristianos. Descansemos. Tú...
tú...mujer...¿cómo...¡Clotilde!.
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