Señorita, debió advertirme que podría caer en sus redes. No debí meterme tanto en su vida, aunque debo decirle, usted no es culpable de nada, tal vez lo es la circunstancia, quizá, el destino siempre inexorable. Usted siempre fue sincera, linda, auténtica. Yo en cambio, tuve el privilegio de conocerla en su esplendor y como muchos hombres a lo largo de la historia, no pude resistirme a sus miradas, a su sonrisa, a su voz tan particular que tanto me gusta.
Ahora todo, como suele suceder en estos tiempos líquidos, parece venirse abajo. Nunca pensé que los días más bellos en tiempos recientes de mi vida, podrían sucederse tan rápido, tan pronto. Usted no tiene la culpa de nada, el error privilegio de conocerla y quererla es mío, y aunque estoy un poco perdido, quizá es una pequeña circunstancia importante la que pueda decidir el futuro entre usted y yo.
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