Imagen by Necatida_Flickr |
Era una noche terriblemente feliz para mí, de inaguantable amargura para los demás, te hablaba del amor y de otros cuentos que me inventé el día en que comencé a escribir.
La historia más antigua que recordé fue la de un domingo por la noche en la que los enamorados solían salir para hacer sus fiestas de parranderia y nosotros juntos frente a la chimenea criticando la manera tan comercial en la que los demás se querían, sin embargo tu y yo, eramos dos fuera de aquel contexto tan usual; el amor en aras del destino no se había creado para ti ni para mi, lo que nosotros en verdad llevamos siempre dentro fue una mezcla de pasión y sentimientos, más allá de lo que otros quizás se pudieran amar, pues esa forma tan inusual de querernos nos llevó al limite de la seducción, a amarnos sin obstáculos, sin preguntar en el mañana, amarnos de una forma donde el amor no se representaba con corazones ni juegos de dolor, donde las espinas de las rosas nos incitaban a querer seguir jugandolas sin tiempo para mirar las heridas de los dedos, cegados pero a la vez despiertos en un amor que no veía final sino hasta el momento en que comenzamos a cambiar. Y te hablaba de mi como nunca me había destapado frente a nadie; te besaba el semblante casi moribundo y tu besabas el punto más intimo de mi cuerpo, recorriendo con morbo cada parte de nuestros cuerpos, nos amábamos sin pensar en contratiempos.
Ahora nos amamos con la razón que fue la única que nos faltó en aquellos tiempos, con miedo, por los rezagos que ha dejado el tiempo, por las manchas que se percató de dejarnos la confusión de un montón de gentes hablándonos de lo que en verdad necesitaríamos tu y yo sin pensar en los dos, de lo que nos incitó a hacer no sé si un dios o un conjunto de acciones que los demás le atribuían a él. Esta noche entre tanta felicidad he tenido un miedo irremediable de que la historia se acabé, aún cuando puedo leer en tus labios esas palabras de bienestar insaciable, aun cuando te siento más mio que antes, tengo miedo de la vida, miedo de la noche y justamente como me lo advertías en los inicios de nuestro amor tan arraigado, he comenzado a tener miedo, mucho más miedo, miedo de las rosas, miedo a los claveles, tengo miedo del amor y... tengo miedo de ti.
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