Panteon por RobertoMolinao. Flickr |
Ellos se retiraron en silencio,
masticando conversaciones gastadas y ajenas al evento, se fueron
escurriendo entre los montículos cúbicos erigidos al recuerdo. Se
fueron moviéndose entre ese laberinto, a esa hora en que el sol pega
parejo y sin clemencia. Ninguno de ellos supo, imaginó, a esta hora
ya no contaban los algunos, los pocos, sino el conjunto, el riguroso
color que es ausencia de los mismos reinaba en la multitud. Ellos
como masa, no pudieron comprender, quizás en privado todos tomaron
partido y se preocuparon.
Ellos caminan, no importa si unos
caminan hacia arriba y otros descienden, en realidad, el conjunto
camina, eso es lo que se rescata, porque eso es lo que ellos
recordaran, que caminaban, en masa, sin nombres, ni miradas, quizás
con instantes, pero todos tan dispares que no alcanzan en coincidir
en uno sólo. Ellos se desencuentran de todos ellos, a eso le llaman
convivencia. Ellos aplastan y magullan, porque cada uno reclama su
derecho de espacio, y si todos quieren un espacio, han de luchar
contra sus congéneres, reacción en cadena que causa que ellos
luchen contra ellos, contra sí mismos. Ellos piensan, en ¿qué
piensan en conjunto?, probablemente todos piensen en lo mala que está
la carretera mientras rebotan en cada bache, o en lo imprudente del
chofer en cada cabeceo hacia adelante de moderada intensidad. Pero
por lo regular, ellos, como sujeto, no piensan, porque piensan tantas
cosas sus miembros, que ellos no está en ninguna linea lógica, y
por lo tanto no pueden expresarse, el caos nunca se organiza como por
parte de magia, lo curioso es que ellos lo saben. Ellos chocan
miradas y rehuyen de las mismas, de la tuya, ¿qué saben ellos de
ti?, ellos saben lo que tu les has dejado saber, entrever en cada
saludo. Mientras sus individuos (¿individuos?) pasean contigo, te
saludan, te estrujan, te examinan, se aprovechan, te aprovechas. Tú
eres ellos y ellos son tú, en alguna forma, cuando estas con ellos,
eres ellos y no tú. Ellos entonces, cuando se les suma, revelan
quién eres. Para ellos.
Ellos no sabían, de verdad que nunca
se imaginaron. Todos escuchan las campanas, y el grito, y entienden,
sólo entienden, porque los que comprenden son tan pocos, que no
alcanzan a surgir de entre el vocablo que los nombra. Ellos, los que
están ahora aquí y se cuelan entre las verjas altas y delgadas que
custodian a los otros, que ahora para ti son nosotros. Pero tú no lo
sabes. Sólo ellos lo saben, cosa curiosa. Ellos definieron el lugar
y ellos lo reconocen, a los otros ellos que están detrás de la
verja, ya no les importan los títulos y las personas del lenguaje,
sólo son esos, meras definiciones.
Ellos, tus vecinos, te vieron entrar en
la casa, como cada día, en silencio, sólo el sonido metálico del
pasador taponeando la entrada y la puerta de madera que se cierra de
golpe. Ellos a partir de entonces no te conocían, no sabían, en la
puerta de tu casa acababa la definición que ellos tenían de ti, me
refiero a todos, a la suma de los ellos.
Ellos acudieron al llamado de otros
ellos, y te encontraron. Ellos sí lo imaginaron, pero siempre lo
imaginan, los otros de verdad que no, lo juran, si hubiesen sabido.
Moral dividida, pensamiento sesgado, ojos ciegos y cegados, multitud
que llama a cerrar los ojos y los oídos, el poder invisible que los
impidió actuar y que ellos dicen, fue divino. Siempre es divino para
ellos, pero no es nada más que la presión infortunada que ellos
ejercen. Ellos no te vieron morir. Es igual incorrecto decir que
nadie te vio morir. Pero ellos te tomaron en brazos, te cargaron y te
llevaron, lo organizaron para todo, un homenaje a tu recuerdo, que en
realidad es el recuerdo de ellos. Ahí fue donde el discurso se
convirtió de todos. Ellos no se imaginaban, de verdad que no se
imaginaban.
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