Eran las doce o una de la mañana, aún recuerdo el sonido estrepitoso del viento, mientras la lluvia golpeaba en mi ventana, no recuerdo desde que horas estaba ahí; mis pensamientos bruscamente desordenados, por un lado mis sentimientos, por el otro mis ocupaciones, el trabajo, la escuela, el gasto (cuanto puede tener una mujer en mente y no demostrarlo ante la gente; pero nadie sabe de las horas de insomnio que debe padecer).
Entre tanto que pensar me llego a la mente la curiosa idea de aunque sea por un instante estar a solas conmigo, a solas con mi persona; apague las luces del andador, donde me encontraba en un cómodo diván, que había en la sala contigua, encendí las velas, inmediatamente el aroma a frutas tropicales se empezó a desprender; deje que se esfumaran mis miedos, que empezaron uno a uno a aparecer delante de mi, y como por inercia a cada cual le hice una cara chistosa, que les aterrorizó más de lo que ellos a mi. Sólo la lluvia y el viento, mi respiración y mis latidos, sólo yo, sin penas ni nada, sólo yo y mi alma; la persiana se abrió, una ráfaga de aire frío se colo por debajo del baton transparente, que utilizaba esa noche, aquel donde se dejaba ver tentativamente mi silueta, pero eso no me detuvo, poco a poco todos los sonidos se empezaron a esfumar, sólo eramos mi respiración, mis latidos y yo, imaginé esa bomba con su sístole y su diastole regalándome la vida que hoy tengo entre mis manos, mi corazón preciosa pieza tan importante en mi existir y de la cual pocas veces o nunca presto atención, pero ahí estaba escuchándole en conjunto con mi respiración, el aire frío que inhalaba, el sonido de mi exhalación; que bien me sentía regresando paulatinamente en el tiempo, de nuevo viví experiencias de las cuales ya ni llorar es bueno, como en una película me fui incursionando en mi pasado, cortando aquello que no me gustó y alargando los pensamientos de los ratos buenos. En un segundo estaba ahí, parada junto a mi madre en el porton del preescolar, rogándole que se marchara ya; como se fue mi infancia, que rápido me olvide de mis ideales, como en un instante se pierde la vida, se pierde el amor. Estaba ahí, perdida en estar a solas conmigo, en hablarme, en reprocharme eso que nunca a nadie le pude decir, acto seguido, empece a recorrerme cada centímetro de mi piel, como jamás lo había experimentado, me sentí tan única, que no tenia el deseo de perderme de mi otra vez. Poco a poco, aun sin querer regrese, me reincorporé, no sé si alcance el nirvana, porque el placer que sentí nunca antes lo había experimentado así, estaba sudando, las piernas tembelecosas, a penas si querian responder y al abrir totalmente mis ojos me encontré gritando estruendosamente como al final de un orgasmo excepcional.
Era otra distinta, con una enorme sonrisa en el rostro, que aun no me he podido quitar, con ganas de gritarle al mundo, que este amor que por él yo siento, no lo puede opacar ni la sombra de lo que antes creía amor de verdad; las tragedias, los miedos se esfumaron en cuanto pude estar de nuevo y a solas con mi persona, en cuanto pude ver que tan valiosa soy para mi, y en cuanto alguien pueda dar por amarme tanto como yo a mi.
Cualquier sentimiento de desaprobación a mi, que antes tenía lo deje ir, me amo, quiero que me amen como lo hago, con respeto y prudencia, con locura y elocuencia, quiero que me amen. Y en un abrir y cerrar de ojos supe que ya tengo dueño, que ya hay quien me sepa querer como lo empece a imaginar, como quiero que me quieran, ya hay quien me sepa amar.
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