Hubiera sido mejor decir adiós esa noche. Ya estaba haciéndome la idea de no volver a pensarte, cuando volviste a removerlo todo y por medio de dos sujetos enormes, me convenciste de no olvidarte, de darte un espacio en mi corazón, para alimentarlo con esperanza e ilusión. Ya estaba muerto y sin embargo, decidiste revivirme por unos minutos, para volver a hacerme sufrir. ¿Cómo entonces, pensar que me quieres? Los días recorridos, me han enseñado a reconocer las injusticias, sobretodo cuando son en contra del otro. Pero estaba ciego al no ver mi propia injusticia. Acertaste cuando me dijiste imbécil; tienes la razón porque de nueva cuenta, a pesar de todo, creí en ti.
La confusión es síntoma de desconfianza, de no convencimiento, de no querer arriesgar e intentar algo nuevo. Lo sabía y aún así, decidí jugar tú juego. Debí despedirme, debí dejarte ir. Ahora, todo otra vez está de cabeza pues la ilusión me duró unos instantes y se fue por la borda en un abrir y cerrar los ojos.
Soy consciente que después de toda tempestad, viene la calma. Pronto, todo se irá acomodando y te olvidaré. Lo que aún no logró comprender es ¿Por qué tocaste lo más sagrado, mi militancia? ¿Por qué apareciste en los momentos históricos que más anhelaba? Me jodiste la vida. Estoy casi seguro que esta vez es la última, ya no volveré a caer, estoy dispuesto a desterrarte de mi ser.
Ya no más tú.
Porque como bien decía Julio Cortázar: "Un puente no se sostiene de un solo lado...”.
Ya no más tú.
Porque como bien decía Julio Cortázar: "Un puente no se sostiene de un solo lado...”.
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