foto por Kenn Wylson @Flickr |
Para la ausencia de tus caricias en mis labios, no hay nada ya que pueda hacer. Para la ausencia de tus labios mojados, asustados, trémulos, susurrantes, esta soledad me presenta la forma del olvido, del olvido de las texturas, las sensaciones, los colores y los sabores, los lugares y los tiempos, con el tiempo, terminan convirtiéndose en borrones en acuarela de paraísos distantes. Cada vez más lejos de Dios, cada vez más lejos de ti, el recuerdo se va aullando por las aceras de la desolación y clama con voz melancólica el regreso de ayeres con soles naranjas en el poniente y lámparas opacas en el amanecer. Ya no nos quedan más que los fragmentos de papeles, de promesas y de días, que se resumen en horas, de instantes eternos que se cumplen cada vez que se invocan. "Recordar, es poseer", es la posesión absoluta, la máxima posesión, porque sólo a través del recuerdo uno se apodera de las cosas y sobre todo de las personas, yo no dije eso, alguien antes que yo ya lo había predicho y durante mucho tiempo no lo entendí, un día te perdí, y con el tiempo, aprendí que cuando te recordaba eras más mía que antes, porque ya no eras otra, sino que eras yo, como alguna vez te dije que lo eras. Recordarte, es poseerte, no como objeto, sino como tú, como lo que fuiste, y que probablemente no vuelvas a ser jamás.
Las ausencias hacen aritmética básica y cruel contra el corazón, y yo amor, metido en estas ciencias exactas, no puedo más que ocuparme en verificar que los resultados sean correctos...ya no me queda mucho, pero me queda algo, algo contigo.
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