Foto de enough| Flickr |
El cigarrillo fue el detonante de este montón de recuerdos, una humareda me envolvió en el ayer, me situó en aquel momento, como si fuese este mismo instante, el mismo ambiente, y tú igual que siempre... cerré los ojos y todo volvió...
Una guitarra española y un tango seductor dieron la pauta aquella noche para jugar al amor, jugar como siempre lo hacemos los humanos, de esa manera tan hipócritamente creíble cuando juramos algo que no sabemos si podrá pasar.
Esa noche sin pensarlo la imaginación voló y en un sitio que nadie conoce estuvimos los dos, amándonos sin censura, besándonos hasta el alma que no se ve, recorría el sentimiento los rincones más profundos de nuestros cuerpos al descubierto y el frío hacía necesitarnos más cerca que nunca; las buenas intenciones entonces se volvieron malas, y la mente perversa solamente planeaba un desenlace erótico, con un gemido intensamente apasionante, la lujuria hacia juego con las ganas de sentirnos amar y aunque el tiempo corría tan a prisa, nos dio para una batalla bien planeada, para hacernos el amor tan delicadamente como nunca se repitió jamás; era la primera vez que nos pertenecíamos, era la primera vez que jugábamos a seducirnos, y también la primera vez que nos engañamos; esa noche el hechizo de tu cuerpo hizo efecto en mi cerebro, pues hasta el sitio más recóndito de mis recuerdos guardan ese aroma a desesperación que siempre hubo en ti, y ese sabor dulce de tus labios, guarda aún el recuerdo de tu cuerpo, de tus manos acariciándome y de tu persona hablando de sueños infinitos, que nunca se concluirán.
Y así como el recuerdo de esa noche se quedó en mi, también están grabados con fecha y hora cada una de las verdades que se volvieron mentiras justo en el momento de nuestra separación.
El amor escudriña entre mis sentidos y sin embargo ya no me fió de ese estúpido engendro mentiroso y soñador.
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