Si algo caracteriza a la nacoburguesía
que hoy nos gobierna, es su analfabetismo histórico, su incapacidad de
verse en el pasado, su ausencia de identidad; incluso su falta de
habilidad para montar una retórica rimbombante y fraudulenta al viejo
estilo priísta. Sus escasas e inconfesables nostalgias los aproximan (a
los menos lerdos de ellos) al obispo Labastida (aquel que organizaba tedeums para
el ejército imperial), al príncipe Félix de Salm-Salm (quien a pesar
del apellido ridículo usaba una casaca chingoncísima bordada en oro), al
ecuánime José Yves Limantour (banquero de banqueros y además con
apellido francés) y a Ramón Corral (self made norteño que
instrumentó el genocidio yaqui); difícilmente los acercan al cura
ilustrado e indios Miguel, que puso en armas en 15 días a 25 mil
indígenas, al irónico y lúcido Guillermo Prieto, quien tras haber
cuidado de los dineros del país fue enterrado con un gabán al que le
faltaban dos botones, o al iluminado Ricardo Flores Magón que llegó a
decir que el abismo no le molestaba, que era más bella el agua
despeñándose.
Paco Ignacio Taibo II
La Jornada
Una sola mirada, diferentes visiones.
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