El Atlas es un dilema que ni el propio Freud podría resolver.
Abuelos, padres e hijos mantienen la lealtad con un equipo que el
próximo 22 de abril cumplirá (con toda seguridad) 60 años sin ganar un
título.
Cosa rara en el futbol mundial, porque Atlas es quizá el único equipo
que no necesita campeonatos para mantener viva la pasión. Pero… ¿cómo
mirar a los ojos de nuestros hijos para inculcar en ellos la tradición
atlista, cuando el pobre niño sólo ve a un Atlas maltrecho, que suma
derrotas y que tiene colgado en el pecho la soga del estrangulamiento
porcentual?
Y a pesar de todo, la afición del Atlas no muere. Sigue fiel. Es
leal, abnegada, sólida. Tiene convicción. Ama sus pequeños trozos de
gloria. Muere por sus colores y venera sus escasos episodios que
culminaron en éxito. El Atlas aportó glorias inmortales al futbol
mexicano: Jesús del Muro, Pistache Torres, Felipe Zetter, Chapetes Gómez, Campeón Hernández, Gato Vargas, Pepe Delgado, Brambila, Berna García, Chavarín, Oswaldo Sánchez, Borgetti, Pável Pardo, Rafa Márquez o Andrés Guardado. Ha tenido entrenadores que dejaron huella como el Viejo Valdatti, González Gatica, Javier Novello, Pistache, Luis Garisto o Héctor Rial.
Pero… ¿y los directivos? Trate de recordar a uno que esté a la
altura. Alguno que haya escrito una página de gloria. Exacto: no hay.
Recordamos a los culpables de los fracasos, a los que están provocando
esta crisis. Cada nuevo presidente parece fijarse el reto de ser peor
que el anterior. El actual, Carlos Martín del Campo, puede llevar al
Atlas al precipicio. Hay que orar otra vez por la salvación del Atlas.
Que Dios escuche las plegarias. Pero, pase lo que pase, miles de
rojinegros haremos nuestra la frase de batalla de don Ramón Cano
Figueroa: “¡Mil veces arriba el Atlas!”.
Hector Huerta
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