Los desaparecidos se pierden entre el mar de la nota roja diaria, se
evaporan como el agua y casi nunca se vuelven a divisar. Ellos, como
miles de asesinados en esta guerra sin sentido, se convierten en
víctimas de un Estado en descomposición. Sus familias no dejan de buscarlos
incesantemente, rezan por ellos, gritan con sus
silencios y sus voces, claman un poquito de justicia entre tanta ignominia en el país. Pero ellos no aparecen, ni la justicia, ni sus derechos, y su
existencia es borrada casi por completo.
Las instituciones se han vuelto parte de los engranajes que no funcionan
más. Y ante los embates que atormentan, no queda más que luchar y resistir,
recuperar la memoria del ausente y convertirla en una flama de
esperanza, de coraje popular. No solo por los
que no han podido ser vistos, si no también para nunca permitir, un
desaparecido más.
Una sola mirada, diferentes visiones.
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