Los más pequeños que viven en el fraccionamiento La Azucena, a las orillas del río Santiago, son los que más sufren las consecuencias de su vecino incómodo. Los malestares en su salud se presentan a diario y desde que nacen, los olores putrefactos quedan impregnados en su olfato, ya no se perciben más.
El río Santiago nunca pidió tenerlos ahí, menos accedió a convertirse en un resumidero de Guadalajara. Pero las constructoras decidieron que invadir los humedales que le pertenecen al afluente era lo más viable, con tal de aprovechar el lugar y sacar la mejor ganancia, a costa de los compradores. Sin embargo, muchos de sus habitantes no saben que existe, pues suele enmascararse, se esconde tras los matorrales. Lleno de lirios y con algunos patos mutantes, continua acechando a sus pobladores. Cada vez más próximo a las casas, tan cercano, que apesta.
Sus olores se perciben desde lejos y aunque se marche el camión recolector de basura, el olor no desaparece, pues la basura no apesta tan mal comparada con el olor del río Santiago. Sí, este es el vecino incómodo, molesto, que se deja sentir, que ha sufrido mucho, que ha sido consumido casí por completo pero se niega a morir. Un habitante que en ocasiones no se divisa, pero está ahí, entre los niños, sus pequeños vecinos.
Una sola mirada, diferentes visiones.
1 comentario:
El texto me gusta pero lo que más me impatac es esa fotografía. La mirada del niño, sus ojos que tratan de esconderse en esa sudadera.. su hermanita que está sentada en el machuelo de la puerta. La imagen captura la esencia de ese lugar, el dolor, la impunidad e incluso la monotonía con la que vive aquellos que están cansados de denunciar, manifestarse y decir "Basta de la Contaminación".
La foto me impactó muchísimo.. gracias por esta imagen que la guardo en mi archivo porque expresa y cuenta a la perfección lo que es La Azucena.
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