El secretario de Seguridad Pública del Estado, Luis Carlos Nájera Gutiérrez
Foto: ARTURO CAMPOS CEDILLO
Ayer
ya no existe, lo que queda es el hoy, y hoy en Jalisco los pactos
establecidos y jamás confesados públicamente ya no existen, se han
roto: se hicieron cenizas. Se sabía (“secretos a voces”) que en tierras
de este estado había arreglos entre ciertos grupos criminales y ciertas
autoridades para que no hubiera guerra, ni matazón, ni muerte al por
mayor. Hoy, esos arreglos están rotos. ¿Por qué?, es una pregunta que
aún no tiene respuesta. Y quizá nunca la tendrá. Jamás se hicieron
públicos los pactos ni los pactantes, ¿por qué se habría de hacer
público lo de los rompimientos?
Las declaraciones del miércoles
pasado del secretario de Seguridad Pública del Estado, Luis Carlos
Nájera Gutiérrez de Velasco, fueron bastante esclarecedoras: “Hoy vemos
que cada vez es más grave el índice de jóvenes que se pierden en las
drogas. El futuro de México no se puede negociar, yo creo que queremos
familias más libres, más sanas, y el negociar con la delincuencia es
negociar con la salud, con el futuro de México y esto no se puede dar”.
¿Quiso decir el secretario que antes sí existían negociaciones y que
éstas se han roto?
La “guerra” contra el narcotráfico que
emprendió Felipe Calderón se está perdiendo; o más bien, estaba perdida
desde antes de iniciarse. El problema de la seguridad pública no se
circunscribe a más policías, a mejor equipo bélico, a más borbotones de
dinero destinados a entrenamiento y armas, a sacar al ejército a las
calles y a salir en las pantallas de televisión los funcionarios
públicos, con rictus de hombres duros, diciendo que el Estado
es fuerte y que nadie lo vence, que nadie lo amedrenta. Con eso no se
acabará el problema del narcotráfico ni de la delincuencia llamada
“común”. El problema va más allá; y mientras no se planteen soluciones
integrales y de fondo, persistirá.
Lo que en el norte del país se
ha visto desde la llegada (ilegítima) de Felipe Calderón al poder (e
incluso desde el sexenio de Vicente Fox) es de dar miedo: matazón aquí
y allá, hombres decapitados, sadismo, sangre, miles de niños que
pierden a sus padres, que quedan huérfanos, lágrimas, balaceras, levantones,
narcomensajes de intimidación y un largo etcétera. Y también se miran a
civiles muertos, gente inocente que pierde la vida y que se integra a
la lista de los “caídos en la guerra”. Este país va mal, y Felipe
Calderón continúa empecinado en su guerra, en su estrategia para
“acabar” con los malos y para que los “buenos” (que él dice
representar) ganen. Sin ir más lejos: el viernes mencionó con tono
retador: “que nadie lo olvide, no hay fuerza superior a la del Estado,
y no sólo es superior en número, en destreza, en valor y disciplina,
sino lo es también en inteligencia y conocimiento”. Sí, Felipe Calderón
está empecinado en ganar una guerra que ya perdió, una guerra, por
cierto, que nadie pidió.
En Jalisco, hasta hace poco tiempo, la
situación se veía más o menos tranquila (si la comparábamos con la de
estados como Chihuahua, Nuevo León o Tamaulipas). Pero de unos días
para acá, algo cambió, algo se rompió. Las autoridades han declarado
(tanto el Secretario General de Gobierno, Fernando Guzmán Pérez Peláez,
como el de Seguridad Pública, Luis Carlos Nájera Gutiérrez) que ya
pronto este estado se está volviendo un infierno, que la entrada de
grupos delictivos a la entidad ya es un hecho, que la guerra comenzó.
¿Y qué hacen las diversas autoridades? Medio armarse y medio
prepararse: unos plantean mayor “coordinación” entre las policías y
otros ya hasta harán retenes (como lo plantearon los alcaldes de la
Zona Metropolitana de Guadalajara). Nuevamente se cae en lo punitivo,
en poner fuerza contra fuerza. Lo dijo Nájera Gutiérrez: “La ventaja
que ellos [el crimen organizado] tienen es la sorpresa, entonces
estamos buscando esquemas para que los elementos operativos tengan
mayor cuidado en su labor diaria; nos estamos coordinando con las
policías municipales para que los elementos estén preparados y sepan el
panorama que se presenta en nuestro país”. ¿Acaso con ello se terminará
la “guerra”?, ¿así se ganará?
El problema no es solamente el
narcotráfico: el problema es la pobreza de cientos de miles de
mexicanos sin empleo y destinados irremediablemente a engrosar las
filas de la delincuencia; el problema es la corrupción que permea todo
el país; el problema es la falta de estrategias integrales. El problema
no es debatir si el Estado es invencible o no, el verdadero problema es
saber cómo hacerle para cambiar las cosas de raíz en México, cómo
acabar con prácticas de corrupción, cómo ponerle límites a la violencia
sin ejercer más violencia, cómo combatir al narco más allá de
las armas. El problema es complejo, y las autoridades (tanto locales y
estatales como nacionales) no se miran inteligentes. Parecería que en
Jalisco no hay voces, dentro de la administración pública, que
diverjan, aunque sea un poco, de la forma en cómo Calderón lleva al
país al despeñadero. Ojalá comiencen a surgir.
Ayer ya no existe,
lo que queda es el hoy, y hoy en Jalisco los pactos establecidos y
jamás confesados públicamente ya no existen, se han roto: se hicieron
cenizas. Ya lo dijo Nájera Gutiérrez, la “lucha sangrienta” ya inició:
las negociaciones (¿de panistas incluidos?) entre ciertas autoridades y
ciertos grupos del crimen organizado quedaron atrás. Ahí viene la
sangre; anda también ya el miedo.
jorge_naredo@yahoo.com
Una sola mirada, diferentes visiones.
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