En la moderna civilización de los medios de comunicación y la moda domina una mezcla atmosférica de cosmética, pornografía, consumismo, ilusión, adición y prostitución para la que son típicos el descubrimiento y la representación de los pechos. En el mundo comercial nada parece marchar sin ellos. Cada uno especula cínicamente con los reflejos de adición de los otros. En todo lo que puede parecer vida y despertar deseos, están presentes como ornamento universal del capitalismo. Todo lo que está muerto, todo lo superfluo y enajenado, llama la atención sobre sí mismo con formas rientes. ¿Sexismo? ¡Si todo fuera tan sencillo! Los anuncios y la pornografía son casos especiales del moderno cinismo, que sabe que el poder tiene que hacer el camino a través de las imágenes desiderativas y que los sueños y las adiciones de los demás se pueden estimular y al mismo tiempo frustrar para conseguir los propios intereses. La política no es sólo el arte de lo posible, como se ha dicho, sino el arte de la seducción. Éste es el lado chocolateado del poder que parte de que, en primer lugar, tiene que existir un orden y, en segundo lugar, de que el mundo quiere ser engañado.
Estos modernos pechos comerciales existen, hablando de una manera filosófica, sólo en sí, como objetos, no para sí como cuerpos conscientes. Sólo significan un poder, una atracción. Pero ¿qué serían los pechos por sí mismos, independientemente de su desnudamiento cínico en el mercado de consumo?, ¿cómo se comportan en relación al poder y la energía que emana de ellos? Muchos desearían no tener nada más que ver con este juego de poder, atracción y deseo. Otros materializan consciente y frívolamente su llamada al otro sexo. Todavía queda algo de su conciencia del poder en el banal lema «armas de mujer». Algunos son incluso infelices porque no se parecen a los pechos ideales de los anuncios. Desnudos no se sienten demasiado bien cuando no tienen de su parte la estética dominante. Sin embargo, algunos poseen la dulzura de las peras maduras, que tan pesada y amablemente han llegado a ser lo que son y que oportunamente caen del árbol en una mano, mano por la que se sienten reconocidos.
Peter Sloterdijk
Una sola mirada, diferentes visiones.
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