Son las cinco de la mañana con diez minutos, la ciudad descansa envuelta en una niebla aderezada por una temperatura que cala hasta a los más valientes, claro que no estamos hablando de los menos veinte grados que habrán en el refrigerador del país o los cero grados en la capital, pero para estas latitudes tan acostumbradas a termómetros por encima de las tres decenas de grados, la situación resulta bastante particular.
El rocío se acumula en las paredes,o donde pueda acumularse, normalmente debería acabar formando gotas bien gruesas sobre las plantas, sobre el pasto, sobre las flores, pero en las ciudades donde las áreas verdes son escasas, el exceso de rocío se queda atrapado en piedras, calles, llantas, corredores, pilares, iglesias, autos y hasta personas.
Las calles lucen desiertas, entre la casi nula visibilidad se mueven sombras que cruzan esquinas, calles, avenidas, se divisan espectros que deambulan, bultos más bien, que se tropiezan, se agrandan, se pierden, se achican, desaparecen; los rayos del Sol aún no besan la tierra y los faroles poco ayudan a la situación de penumbra.
Entre el danzar caótico de las innumerables formas de grises que se mueven en la niebla, llama la atención una que es más extraña que el resto, la parte frontal simula una persona (o la silueta borrosa de una), mientras que la parte trasera es un poco sin sentido, como una especie de escarabajo gigante, con cabeza de caballo o de mula. La sombra avanza tranquila y sin prisa, esquiva coches, gentes,bicicletas y triciclos, conforme se escurren los minutos y lo claro del día empieza a despejar aquel manto espeso de color gris, la sombra se define, es una carreta de madera rebosada de naranjas de colores verdosos y amarillentos, con neumáticos de coche y tirada por una mula muy grande o por un caballo muy chico, un tanto flaco y ojeroso, al frente el espectro que simula una persona, es Juan con su ropa sucia del trabajo, su sombrero de paja y sus chanclas de hule, atrás en la carreta viajan su termo con agua para beber, un morral con cinco tamales de pollo, y dos rollos de petates para poner la venta.
Avanza Juan como absorto contando las calles que faltan para desembocar al Mercado de la Asunción, "aquí en Santa María de la Victoria (se persigna),nadie vende naranjas como las que traigo yo", se dice y aspira el aire helado de la mañana. De tanto en tanto revisa el cargamento para asegurarse que está completo aspira otro poco de aire como suspirando y observa como la última exhalación se transforma en vapor por un instante y luego se desvanece. Después de 2 horas de camino desde el cerro de Madrigal, entra Juan por la puerta de AguaPrieta a la Asunción, gira a la izquierda en el puesto de Don José, saluda a Doña María la vendedora de pollos, gira a la derecha donde esta el malhumorado zapatero Xavier, se hace el desentendido al pasar por el puesto de Fabio el vende falluca y se detiene justo en medio de Carlos Buendía el comerciante de toronjas y Aureliano Cruz el que vende todo tipo de verduras convenientemente empaquetadas en raciones para cualquier tipo de caldo.
Contempla su sitio y desembarca los dos rollos de tapetes, los acomoda, los sacude y los vuelve a acomodar, mide la distancia milimétricamente con sus vecinos y luego una vez satisfecho, se dispone a bajar una por una las naranjas, escogiendo las más bonitas para colocarlas hasta arriba y las menos agraciadas en el fondo, una vez escogidas y desparramadas, construye pirámides de naranjas en las cuatro esquinas de su puesto, y luego intenta hacerlas más grandes. Una vez satisfecho con la disposición de las naranjas, toma dos tamales de su morral y le da uno a la mula y otro se devora él, acto seguido metódicamente amarra al jumento a un poste de madera estratégicamente ubicado detrás del puesto y toma el termo, absorbe tres sorbos exactos y juega un poco con el último que siempre es el más largo, toma su morral y su termo y lo coloca en la parte trasera del puesto a unos veinte centímetros a la izquierda de la pirámide de naranjas de la derecha, aspira aire y entona : -¡Naraaaaaanjaas, lleve sus naranjas!-
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