¡QUE COSTUMBRE TAN SALVAJE esta de enterrar a los muertos! ¡de matarlos, de aniquilarlos, de borrarlos de la tierra! Es tratarlos alevosamente, es negarles la posibilidad de revivir.
Yo siempre estoy esperando a que los muertos se levanten, que rompan el ataúd y digan alegremente: ¿por qué lloras?
Por eso me sobrecoge el entierro. Aseguran las tapas de la cajan, la introducen, le ponen lajas encima, y luego tierra, tras, tras, tras, paletada tras paletada, terrones, polvo, piedras, apisonando, amacizando, ahí te quedas, de aquí no sales.
Me dan risa, luego, las coronas, las flores, el llanto, los besos derramados. Es una burla: ¿para qué lo enterraron?, ¿por qué no lo dejaron fuera hasta secarse, hasta que nos hablaran sus huesos de su muerte? ¿O por qué no quemarlo, o darlo a los animales, o tirarlos a un río?
Había de tener una casa de reposo para los muertos, ventilada, limpia, con música y con agua corriente. Lo menos dos o tres, cada día, se levantarían a vivir.
Jaime Sabines
Una sola mirada, diferentes visiones.
1 comentario:
¡Oye, discriminador de lombrices! Sin los nematelmintos, no vivirías; sin lombrices, ni la humanidad ni los mamíferos terrestres sobrevivirían un año. ¿Por qué te opones a que mi cuerpo enriquezca el humus donde lombrices y larvas continúan la cadena alimentaria empujada, desde las baceterias, hacia organismos mayores? ¿O acaso crees, con las neurociencias yankees, que el alma emerge del cuerpo que le da sus contenidos sensoriales? No me opongo a que seas parte, como también yo lo soy, de la humanidad atrasada; sí me enoja amistosamente que no nos ayudes a transformarla, creciendo en los saberes académicos que todos necesitamos.
Muy cordialmente,
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