Orlando Rojas es paraguayo, pero vive en Montevideo desde hace añares.
Me cuenta que unos policías irrumpieron en su casa y se llevaron los libros. Todos: los de política y los de arte, los de historia y los de fauna y flora. En el grupo había un muchacho joven, sin uniforme, que se ponía lívido y chillaba, ante ciertos títulos, como un inquisidor ante el aquelarre.
Un oficial increpó a Orlando:
-Ustedes arman mucho lío, pero son diez.
-Somos diez. Por ahora somos diez -dijo el paraguayo, que habla muy lento-. Pero cuando seamos once...
Se lo llevaron a él también. Lo tuvieron preso y lo soltaron. A la semana lo volvieron a encerrar:
-Se perdió la declaración.
Lo maltrataron, lo expulsaron del Uruguay. En Buenos Aires, la policía lo estaba esperando. Le sacaron los documentos.
-Tuve suerte -dice Orlando.
-Ándate -le digo-. Te van a matar.
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