Si las Santas Apóstolas hubieran escrito los Evangelios, ¿cómo sería la primera noche de la era cristiana?
San
José, contarían las Apóstalas, estaba de mal humor. Él era el único que
tenía cara larga en aquel pesebre donde el niño Jesús, recién nacido,
resplandecía en su cuna de paja. Todos sonreían: la Virgen María, los
angelitos, los pastores, las ovejas, el buey, el asno, los magos venidos
del Oriente y la estrella que los había conducido hasta Belén de
Judea.
Todos sonreían, menos uno. San José, sombrío, murmuro:
-Yo quería una nena.
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