Tiene más de 45 años de trayectoria artística. Ha grabado más de cien discos de larga duración en toda su carrera. También ha ganado cuatro veces el Grammy Latino y el Grammy Americano, y seis veces más ha sido nominado a recibirlo. Goza desde hace décadas de amplio reconocimiento popular en el norte de México y entre la comunidad latina de Estados Unidos.
En su país de origen, México, nunca se había involucrado en el mundo de la política, a diferencia de otros artistas reconocidos que acostumbran amenizar mítines políticos y conciertos para respaldar a candidatos. Tampoco quiso intervenir en política en el país donde radica desde hace muchos años, Estados Unidos, a pesar de las múltiples solicitudes y ofertas que al respecto recibió.
Pero el lunes 19 de junio del 2006, en un hecho que generó múltiples reacciones, a favor y en contra, “El Rey del Acordeón” decidió subir al templete que se instaló en la Plaza Fundadores, en el parque central de Monterrey, Nuevo León, para respaldar a Andrés Manuel López Obrador, candidato presidencial de la izquierda mexicana, representada en el Frente Amplio Progresista, conformado por el PRD, PT y Convergencia.
Aquella tarde, aunque muchos lo esperaban, Ramón Ayala no cargó con su acordeón Gabanelli ni tocó canción alguna en la macroplaza. Sólo se presentó ahí, con pantalón de mezclilla y camisa vaquera, y paciente esperó a unos cuantos metros de López Obrador para saludar al candidato presidencial de la izquierda, hasta el final del evento.
Concentrados en el sitio miles de ciudadanos, miles de pobres, de trabajadores, de empleadas, de obreros y amas de casa, jóvenes desempleados y excluidos que habitan en esta industrial ciudad, escucharon el discurso del candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador. Aquella soleada tarde, con alegría y entusiasmo, vieron que su ídolo, Ramón Ayala, también se encontraba ahí.
Los organizadores del mitin, los asesores del tabasqueño, no dimensionaron ni “explotaron” la presencia del músico, cuya sola presencia es capaz de arrastrar a decenas de miles de personas cuando se presenta. Los chilangos del “pool” de prensa que acompañaban a López Obrador apenas consignaron en sus crónicas la presencia de Ramón Ayala en el lugar, como “un cantante de música norteña…”.
Pero el régimen político sí vio el “peligro” de que dos personajes populares en sus ámbitos respectivos, el político y el musical, se reunieran en Monterrey, cuna de uno de los grupos industriales más reaccionarios y celosos de que su territorio se mantenga prístino, sin mancha de izquierda que ponga en tela de juicio sus oprobiosas fortunas, amasadas gracias a la explotación obrera durante décadas.
Y aquella presencia casi inadvertida para asesores políticos y periodistas chilangos no fue una cosa menor para el panismo reaccionario. Ramón Ayala quedaba marcado por haber respaldado con su sola presencia al “Peligro para México”. A “El Rey del Acordeón”, lo ficharon y le guardaron aquella factura, que ahora pretenden cobrarle.
A sus 64 años de edad, Ramón Ayala y su grupo, Los Bravos del Norte, se han mantenido vigentes en el gusto de la gente, no sólo por su constancia y calidad musical, sino también por cantar los corridos que a todos gustan. No es exagerado comparar la trayectoria de Ramón Ayala con la de los Tigres del Norte. Y sí, al igual que éstos, “El Rey del Acordeón” desde hace más de 40 años canta también narcocorridos.
El Federal de Caminos, Seis Pies Abajo, Gerardo González, Mataron al Palomo, Pistoleros Famosos, Corrido de Chito Cano y La Mafia Muere son algunos de sus más conocidos “narcocorridos”. Pero paradójicamente, y a diferencia de Los Tigres del Norte, a Ramón Ayala se le conoce más por sus boleros norteños.
Mi Tesoro, Bonita Finca de Adobe, Seis Rosas Amarillas, Piquito de Oro, Tragos Amargos, Baraja de Oro, Rinconcito en el Cielo, Tristes Recuerdos, Recuérdame y Ven, Quisiera Tener Alas, No porque seas tú, Chaparra de mi Amor y Cuatro Cartas son algunos de los múltiples “Boleros de Oro” que han dado fama internacional a Los Bravos del Norte.
Pero además, Ramón Ayala también le ha cantado a los pobres y a sus tragedias: la miseria y el alcohol. Una muestra son sus canciones Dos Monedas, Puño de Tierra, Las Casas de Madera, Cruzando Fronteras y el Corrido de Andrés Hernández, éste último tema donde se narra la tragedia de una familia que falleció trágicamente en un accidente por culpa de un alcohólico, y que además es un hecho verídico.
Con millones de copias vendidas de sus discos –originales y piratas-, desde la década de los ochenta varias calles en ciudades del norte de México y el sur de los Estados Unidos llevan el nombre de Ramón Ayala e incluso, en el vecino país del norte, han institucionalizando su día, otorgándole las llaves de San Antonio, Texas, y resaltando su nombre en el salón de la fama de esta ciudad.
Pero hoy Ramón Ayala se encuentra arraigado junto con otros músicos como él, porque la Siedo considera que el haber estado presente en una “narcofiesta” lo hace presunto cómplice en delitos del fuero federal. Y aunque Roberto Gómez Bolaños “Chespirito” y Juan Gabriel, como otros artistas, han reconocido con anterioridad haber participado en “narcofiestas”, no recibieron el mismo trato.
Paradójicamente aquel lunes 19 de junio, mientras en la ciudad de Monterrey Ramón Ayala decidía apoyar al candidato de izquierda Andrés Manuel López Obrador, en la ciudad de México el otrora “líder moral” del PRD, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, “aceptaba” ser el encargado de los festejos del Bicentenario en el gabinete del panista Vicente Fox Quezada.
Todo parece indicar que el principal delito de Ramón Ayala nada tiene qué ver con su música ni las “narcofiestas”, sino con el cobro de una “factura política” por haberse atrevido a respaldar al candidato presidencial que como bandera proponía: “Primero los Pobres”.
Una sola mirada, diferentes visiones.
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