Jorge Gómez Naredo
2 de noviembre de 2009
A veces uno se queda sin palabras. Como perdido. Como huido. Como escondido en algún lugar, encerrado. A veces uno no sabe qué decir, cómo decirlo, para qué decirlo. A veces uno se cansa, y pareciera que lo dicho se queda ahí, en el olvido, y nadie lo puede rescatar. A veces uno pierde las esperanzas y piensa que el mundo no va a cambiar, que los sueños no sirven, que las utopías siempre sí fueron utopías. Que ya todo está dicho y los de abajo seguirán siempre abajo y los de arriba estarán sempiternamente arriba. A veces uno se pone triste. Se pone melancólico.
Miramos y las injusticias están ahí, no se han ido. Por más lucha que se ha hecho, por más mitin, plantón, acerbo discurso, página llena de indignación, grito, explicación, ida a protestar aquí y allá, por más rabia que se ha expresado, todo sigue igual, como si no cambiara nada, como si no hubiera movimiento. A veces uno se pone triste. Se pone melancólico.
Yo prendo la radio y las voces que salen de ella, la mayoría de las veces, dicen que hay "democracia", que estamos construyéndola, y que la debemos cuidar porque nos ha costado mucho tenerla. Enciendo el televisor, y en los canales más vistos en México (que son los de señal abierta), las personas que ahí aparecen dicen que hay democracia, y que qué bueno que exista en México, y que todos somos demócratas, iniciando por ellos, los que aparecen en las pantallas de televisión. Después, cuando temprano me pongo a leer los periódicos, siempre hay artículos que argumentan que la democracia nuestra, aunque imperfecta, es democracia, y que hay que echarla andar. Siempre me pregunto, ¿es acaso que vivimos en una democracia?, ¿verdaderamente es el gobierno del pueblo el que manda?
Yo siempre pensé que ser una persona democrática era exigir nuestros derechos, cumplir nuestras obligaciones, preocuparnos por los derechos de los demás, manifestar nuestras inconformidades, incluso salir a las calles, pedir mayor apertura a los del gobierno, buscar transparencia en el gasto público, instar a los funcionarios públicos a ser sensibles con los problemas de los demás. Pero hay muchas maneras, parece ser, de ser una verdadero "demócrata". Para buena parte de los medios de comunicación ejercer la democracia es ir a votar una vez cada tres años y después, callarse. Cuando hay elecciones, ellos, los de la mayoría de los medios de comunicación, hablan de "la fiesta de la democracia". ¿Es en realidad una "fiesta democrática"?
Hace algunas semanas fui a una marcha. En Guadalajara no suelen ser muy numerosas. Alrededor de dos mil personas es "mucha gente" para los parámetros de la ciudad. Pues bien, en esa marca éramos como unas 2,500 personas. Y protestábamos porque habían cerrado, allá, en el Centro del país, la compañía de Luz y Fuerza del Centro. En la mayoría de los medios de comunicación locales se dijo que esa marcha había "desquiciado" el tráfico, que muchos automovilistas se habían quejado y que para qué se protestaban por algo que no nos afectaba acá, en Guadalajara. Muy pocos se fijaron en las demandas de los manifestantes. ¿Acaso los que marchábamos no ejercíamos democracia?
A veces uno se pone triste, y cómo no ponerse así si uno mira alrededor y las cosas no van bien: pobreza, desigualdad, iniquidad, injusticias por todas partes, un gobierno que no mira a los de abajo y se acomoda siempre a los designios de los de arriba. Y lo peor, parecería que nada cambia. Quizá sí existan transformaciones, quizá en un futuro veremos los resultados que ahora los "inconformes de siempre" siembran. Quizá. Pero eso no impide que uno, a veces, se sienta triste. Se ponga melancólico. En esos momentos es bueno tomar fuerzas de flaqueza, y cantar (como Mercedes Sosa lo hizo en cientos de conciertos, recitando letras de Fito Páez) que no todo está perdido, que hay mucha gente que viene a ofrecer su corazón.
jgnaredo@hotmail.com
Una sola mirada, diferentes visiones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario