Hoy hay juego. Toda la semana rugen las apuestas, recuerdos del marcador anterior, premisas de la pasión por el equipo favorito, canticos, espera del juego, pues el de hoy no es un partido común. La ciudad de Guadalajara se paraliza, el centro de atención se vuelca a la Calzada Independencia, al coloso de la ciudad, al majestuoso Estadio Jalisco. Los colores salen a relucir, los del rojo y negro por un lado, los de rojo y blanco por el otro. Roja es la sangre de ambos lados, y rojo es el color que los dos equipos comparten, aunque no de muy buena manera.
Hoy es el clásico tapatío, la guerra civil de Guadalajara. Los jugadores entienden que no es momento de titubeos, que deben salir a la cancha y olvidar los malos pasos durante toda la campaña, que está en juego el orgullo de sus aficionados, el hecho de salir triunfantes, de demostrar la superioridad, de saber que los colores escogidos desde la infancia, son los que rigen en la vida.
Una sola mirada, diferentes visiones.
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