Otro proyecto que se cae, que se viene abajo, que desaparece. Otro gran desperdicio de dinero: muchos gastos innecesarios, mucha guita para nada. Otro fracaso. Otra terquedad que se vence, que se derrota. Y también, otra muestra de impunidad: no hay culpables, no habrá castigo ni penas para los que dilapidaron dinero, para los que quitaron de sus lugares de residencia a decenas de personas, para los que guerrearon sin fin por un proyecto inviable, costoso y absurdo, para los que demolieron un puente colgante que era una construcción arquitectónica histórica. El fracaso parece ya una forma clásica de terminar los proyectos panistas, de concluir los grandes sueños de modernidad de la derecha jalisciense.
Con rostros compungidos, el director de la Comisión Nacional del Agua, José Luis Luege Tamargo, y el gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez, anunciaron el miércoles pasado que el megaproyecto de la presa Arcediano (en el cual se ha han gastado carretones de dinero para hacerlo y, en especial, para defenderlo) no va más. Justificaron la cancelación definitiva del proyecto con varios argumentos: que porque no era viable, que por la crisis, que porque las condiciones geológicas no lo permitieron, que porque descubrieron otro lugar mejor y más barato, que porque hay otras opciones que no se han analizado, que porque siempre sí no era tan adecuada la presa de Arcediano como se defendía férreamente hace apenas unos meses. Emilio González Márquez incluso justificó varios años de millonarios gastos en el proyecto: “el conocimiento que se ha obtenido por la elaboración de estos estudios es el que nos permite tomar decisiones. Si no se hubieran llevado a cabo estudios precedentes, no estaríamos en posibilidad de conocer con precisión las fallas geológicas que ahora conocemos y que nos sugiere –la existencia de esas fallas geológicas– la modificación del sitio”.
Pero, ¿por qué se canceló la presa Arcediano? Las autoridades dirán que fue por falta de dinero, por la “crisis económica mundial” y porque las condiciones geológicas del lugar no lo permitieron. Pero, valdría la pena preguntarse, ¿por qué realmente se canceló dicho proyecto?, ¿por qué no se llevó a cabo?, ¿por qué se impidió su construcción? Y hay variables que valen la pena mencionar y que es importante revalorizar: se frustró, una, por la resistencia de cientos de personas que siempre se opusieron a él, por la consistencia legal de sus argumentos tanto científicos como jurídicos y por sus manifestaciones públicas en contra de la presa; y dos, por culpa del propio gobierno, por su petulancia, por su insensibilidad y su carencia de actitud conciliadora y dialogante. Y es que a los gobiernos panistas eso de acercarse a los de abajo no se les da. Ni tampoco acercarse a los opositores.
En sí, la presa Arcediano era un verdadero absurdo desde cualquier óptica. Mucha gente conocedora de las problemáticas del agua y los embalses, vinieron a Jalisco y se impresionaron de la descabellada idea de juntar agua extremadamente contaminada, bombearla a un precio de oro y mandarla para el consumo de la población. Lo dijo en 2008 Pedro Arrojo, doctor en ciencias físicas y Premio Goldman (considerado el premio Nobel del medio ambiente): “buscan almacenar agua de esa calidad [en la presa de Arcediano], con metales tóxicos, para darle de tomar a la gente y bombearla a un costo impresionante: nunca vi esa barbaridad y miren que he visto muchas”. Sí, la presa Arcediano era una barbaridad. Miles de personas no creían que el proyecto fuera realmente defendido por un gobierno.
Las autoridades panistas de Jalisco y la federal no han entendido que hay que conciliar, que hay que mirar abajo, que hay que dialogar y, en su momento, ceder. Todo lo buscan hacer arriba y después imponer las decisiones tomadas. Hay muchos ejemplos. Uno de ellos es el de Arcediano. Otro es el de la presa El Zapotillo. Ambos proyectos han provocado férreas resistencias. Y es que las autoridades tratan con desdén a los de abajo. Deberían aprender ya, pronto, que para realizar empresas como gigantescos embalses, líneas de Macrobús y otras obras, deben tener la aquiescencia de buena parte de quienes los votaron y poseer soluciones para los afectados. Pero eso, parece ser, a ellos, a los panistas, les vale.
No es fácil gobernar, poner de acuerdo a unos y a otros. Pero, si tanto esfuerzo hacen por llegar a puestos de gobierno, si gastan tanto dinero en campañas electorales y se catalogan como los más “óptimos” para desempeñar tal o cual cargo, ¿por qué no se les debe exigir que gobiernen y que gobiernen con sensibilidad, cacumen y acercamiento con la gente? Gobernar no es mandar policías a reprimir a los inconformes ni amenazar que se “aplicará el estado de derecho”. Gobernar es dialogar, es poner de acuerdo, es obedecer lo que se dice abajo, lo que se piensa abajo; y también es buscar una sociedad más justa, una sociedad donde todos tengan las mismas oportunidades y donde no se cometan atropellos e injusticias del tamaño del mundo. Gobernar es inteligencia. Y es hacerlo a favor de todos, y no solamente de grupúsculos poderosos y opulentos que se creen dueños del país.
La presa Arcediano se suspendió. Se vino abajo. Se cayó. No es que haya sido sólo el logro de la resistencia de quienes nunca estuvieron de acuerdo con el embalse. Ésta influyó y detuvo el inicio de la construcción de la presa en tiempos de Enrique Dau Flores (que ahora se frota las manos para hacer millonarios negocios con el próximo presidente municipal de Guadalajara, Jorge Aristóteles Sandoval) en la Comisión Estatal del Agua Pero hay más: la presa no se hizo porque así no funcionan los grandes proyectos. Porque los gobiernos panistas carecen de diálogo: no se sientan con los de abajo ni concilian con ellos. Cualquier proyecto que se busque hacer, precisa eso. Ojalá un día entiendan que primero hay que escuchar, y después, decir.
jorge_naredo@yahoo.com
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