Las palabras nunca serán suficientes. Será mejor marcharme de tu vida y no volver a irrumpir en ella, para así ambos poder sobrevivir. No puedo asegurar si seguirás presente. Pero son tantas las cosas que nos hemos dicho, son tantas las contradicciones, que lo mejor es renunciar a una vida juntos.
Me siento impasiblemente en un punto muerto, sin salida. Desde ahí, escribo estas palabras, recordando la esquina en que por última vez, nos vimos. Aún recuerdo que era una noche fría pero no lluviosa, aunque tú seas lluvia. Acepto la derrota, no podría ser de otra manera. Al mismo tiempo, acepto que me dolió perderte y me dolió saber que mi realidad no cambiará jamás. Era justo poner fin. La cercanía nos hace más daño, porque ambos no podemos ser lo que (al menos yo) deseamos.
Aún me siento impotente, débil, consumido. Estoy consciente de que en un mes, he perdido mis utopías e ilusiones y me es preciso, recuperar lo poco que quedó de ellas. Trataré de dar la batalla ante esta realidad que juega conmigo y se burla de mí. No puedo cejar, no puedo perderme en el abismo de la desesperanza.
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