Domingo, 1 Marzo, 2009
Los zapatos del señor, aunque son de ciudad, pisan firme sobre el terreno.
Sus brazos acompañan sus huellas en la tierra, dibujando construcciones imaginarias. -Aquí me gusta la terraza y aquí se me antojan unas plantas, por acá unos arbolitos que den sombra, y de aquí para allá la alberca.
Y corre que te corre el maistro memoriza y el jardinero entre tropiezos va manchando la tierra con puntos dispersos de cal.
Muy chiquita la voz, nadie la oye, porque surge de abajo, muy abajo: -Si me permiten hablar-. Es inútil. Los señores están atareados en hermosear el jardín. -Si nos permiten opinar, nos gustaría que se movieran aunque sea medio metro para allá-. Entre resuello y resuello por fin se calla el señor, y el maistro aprovecha para respirar también. El jardinero se acuclilla y escucha. -¿Oyeron? son las hormiguitas, como que quisieran decir…-.
¡Que van a querer opinar! ¡Si los jardineros no opinan, menos las hormiguitas!. Pero resulta que estas hormigas sí que quieren.
Y resulta también que el proyecto del señor pasa por su hormiguero. El señor no las oye, ni las quiere oír. Si las hormigas opinan es porque seguramente algún populijsta ya las fue a alborotar. - Ora que a la mejor podríamos pensar en mover un poco la terraza patrón.. -¿Por unas hormiguitas? Que se muevan ellas. Ofréceles un arenero en otro terreno.
Mañana te llegan los materiales y se me ponen a trabajar.
Ya empezaron las obras y las hormiguitas se suben a los pantalones, qué digo a los pantalones: se suben por las piernas, y pican y muerden. Que hormigas tan poco civilizadas. ¿Por qué no siguen los cauces legales? ¿Dónde se ha visto que en una democracia las cosas se arreglen con mordidas en la entrepierna?. Pero estos bichitos rebeldes, tan poco educados, se están comiendo también las plantas. Bueno, cómo se ve que no entienden de acuerdos, no queda de otra que rociarlas con insecticida y reestablecer el estado de derecho y el derecho del estado, en nuestra marcha indeclinable hacia el progreso.
Aquí termina la fábula y empieza la realidad.
Apenas el miércoles el Presidente de la República anuncia en Celaya que hay nuevos fondos para el proyecto Rio Verde. Antes, hace cosa de una mes, ya habían anunciado:
"Ojalá que la gente acepte, porque si no acepta vamos a tener que expropiar". Palabras más palabras menos, el delegado de la CONAGUA en Jalisco, con humor negro, ofrece cuando mucho enviarles salvavidas. El proyecto sigue, pero las hormiguitas quieren opinar.
Han interpuesto recursos legales, se han movilizado, pero los señores actúan como si nadie estuviera hablando. ¿Qué dicen las hormigas? Dicen por ahora, que no se quieren mover. Que está bien el derecho al agua de los Leoneses, pero que no necesariamente tiene que ser a costa de todo el patrimonio de ellos: para León 20 años de agua, para ellos cambiar radicalmente su vida.
Los señores no se dan cuenta lo que significa para los campesinos la tierra, ofrecen hacerles una pequeña ciudad, casas tipo infonavit.
No más solar con huerto o con animales.
El pueblo además no confía en el gobierno, qué pueblo tan raro. Los señores dicen que trasladarán piedra por piedra la Iglesia, pero no dan garantías y no hay presupuestos para lograrlo. El pueblo ofrece otros lugares, no se niega a ceder el agua, pero los señores no escuchan, mejor visitan las casas una por una, intimidan, meten miedo: o vendes o te inundas y pierdes todo. No hay de otra.
Los habitantes de Temaca no sólo protestan, argumentan: el proyecto es poco sustentable porque implica bombear el agua 20 kilómetros y a un desnivel de 20 metros; no se ha hecho la Manifestación de Impacto Ambiental del acueducto, no se ha aprovechado el agua de otras presas que están asolvándose en Guanajuato y Jalisco; el proyecto no ayuda a recuperar los acuíferos de León porque sólo significa desplazar el problema y no resolverlo de raíz, para la recuperación de estos acuíferos sí es imperativo dejar de explotarlos, pero también son necesarias medidas más integrales para su recuperación.
Se hace un trasvase de agua de una cuenca a otra, lo que provoca un inminente desequilibrio ecológico en la zona del embalse y río abajo. León recibiría agua tratada para su industria, que es de lo más contaminante y en consecuencia devolvería agua sucia al Lerma-Chapala-Santiago. La reubicación significaría para los pueblos, perder su cultura, tradición y cohesión, por perder la relación con el entorno en que vivían, porque se busca concentrar a todos para vivir como en las ciudades. Para colmo no se han cumplido los acuerdos iniciales respecto al traslado etc. ¿Argumentos discutibles? Desde luego, si se está dispuesto a discutirlos.
Los señores parten de un supuesto falso: "cuando las hormiguitas opinan es que están manipuladas". No hay diálogo, porque para establecer un diálogo se debe reconocer primero al otro. Para negociar, se debe, estar dispuesto a ceder en algo. Darle a escoger a la víctima si quiere el golpe en la mandíbula o en la cabeza no es negociar.
¿Qué sigue? En México conocemos de memoria esta fábula: los seguimos ignorando hasta que bloquean una carretera, apedrean un edificio, toman los machetes. Desde luego: los violentos son ellos. Y habrá encarcelados, y habrá policías que - sin obedecer órdenes expresas de sus superiores, desde luego- se irán de la mano y romperán algunas cabezas, violarán a algunas mujeres… Esto puede sonar a amenaza o pero aún, ¡catastrofismo!. Pero no lo es.
Es la historia recurrente de nuestro México, son nuestros Atenco, Oaxaca, Morelos y muchos más.
Lo que menos necesitamos en este país es más violencia, pero la primera violencia, la que dispara la espiral de violencia de la que hablaba el obispo profético Helder Cámara, es la violencia institucionalizada, la injusticia, la prepotencia. La violencia segunda puede venir de abajo hacia arriba, la de las hormigas que se niegan a ser ignoradas. La tercera es la represión y la criminalización de la protesta. La respuesta posterior puede ir cargada de más odio y sed justiciera. Y la nueva espiral de violencia se habrá sumado a los torbellinos sangrientos que ya nos asolan.
¿Por qué no podemos escuchar a los vecinos de Temaca, Acasijo y Palmarejo? ¿por qué no podemos sentarnos a dialogar y pensar creativamente en alternativas que no los obliguen al sacrificio que les exigimos ahora? Son, al fin, sus casas, sus tierras, sus vidas, las que están en juego.
guanajuato@propuestacivica.org.mxUna sola mirada, diferentes visiones.
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