No me olvido de los días felices. Tampoco de la inmensidad de tus ojos, ni de las comisuras de tus labios. Sin embargo, estoy decidido a abandonar definitivamente la idea de escribir una historia a tu lado, guardar una esperanza por más pequeña que esta sea o implorar una vuelta de tuerca que cambie mi destino.
Tal es mi decisión, que ahora ni siquiera me imagino en el lugar que siempre ocupé, los márgenes de tu biografía.
Me costó mucho tiempo aceptar tu partida, la ausencia de ti.
Pese a todo, trataré de recuperar mi felicidad. Seguiré por la misma brecha de siempre, trazada de a poco en solitario, con las férreas luchas y contiendas que sostengo todos los días conmigo mismo.
A partir de esta noche, me esforzaré por no llevarte a todos lados en la mente. Dejaré que persistas por siempre en los recuerdos plasmados en los retratos y en estas cartas sin destinatario preciso, pero nunca más volverás a entrar a este corazón, permanecerá acorazado en todo momento para ti.
Por fin, admito esta especie de derrota con pequeños lapsos de dulzura.
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