Vista aérea de una parte de Villahermosa by MALIBUZEE @Flickr |
El vuelo alcanza los diez mil pies apenas unos minutos después de haber despegado de la ciudad de México, desde esta altura, la tierra está sumergida en un interminable mar de nubes aterciopeladas y de un color blanco altamente brillante. No hay nada reconocible, las estructuras de nubes se encrespan sobre dicha superficie pero no hay nada más. Algunos minutos más adelante, el mar de nubes homogéneas, se detiene casi abruptamente, lo sucede una colección tan variopinta de este meteoro que es toda una clase de meteorología, a lo lejos se observan las poderosas cumulonimbus en evolución, allá unas stratus, por aquí las ligeras cirrus.
Me inclino sobre la ventanilla y un mar azul sale a mi encuentro, -estamos sobre el Golfo- pienso y me reclino en mi asiento. No he volado muchas veces, y quizás por ello disfruto de mirar por la ventanilla adivinando lugares sobre el terreno. -Iniciando el descenso- suena una voz por el intercomunicador, y de nuevo me inclino para ver donde estamos: el mar se convierte en playa y la playa en un pequeño lugar entre el mar y la laguna, que tiene una boca y un puente sobre la misma -¡Es Sanchéz Magallanes!-.
Desde esta altura, es imposible adivinar la vida de las personas allá abajo, pero el pueblo allá abajo es una pequeña comunidad pesquera, atrapada en un pasado que cada vez se hizo más lejano, anteriormente era un punto importante de comunicación entre Tabasco y Coatzacoalcos, pero ahora, sólo el puente levadizo viejo y oxidado nos recuerda que alguna vez barcos de considerable tamaño surcaron sus aguas, de la carretera del Golfo, sólo quedan recuerdos.
Me inclino sobre la ventanilla y un mar azul sale a mi encuentro, -estamos sobre el Golfo- pienso y me reclino en mi asiento. No he volado muchas veces, y quizás por ello disfruto de mirar por la ventanilla adivinando lugares sobre el terreno. -Iniciando el descenso- suena una voz por el intercomunicador, y de nuevo me inclino para ver donde estamos: el mar se convierte en playa y la playa en un pequeño lugar entre el mar y la laguna, que tiene una boca y un puente sobre la misma -¡Es Sanchéz Magallanes!-.
Desde esta altura, es imposible adivinar la vida de las personas allá abajo, pero el pueblo allá abajo es una pequeña comunidad pesquera, atrapada en un pasado que cada vez se hizo más lejano, anteriormente era un punto importante de comunicación entre Tabasco y Coatzacoalcos, pero ahora, sólo el puente levadizo viejo y oxidado nos recuerda que alguna vez barcos de considerable tamaño surcaron sus aguas, de la carretera del Golfo, sólo quedan recuerdos.
El avión maniobra y debajo, aparece un mundo verde, verde hasta donde alcanza la vista. Aquél mundo de vegetación baja, sólo es interrumpido por el reflejo del agua turbia de los arroyos y las lagunas que ocupan varias decenas de metros cuadrados -Este es mi estado, un conjunto constante de agua y vegetación-. Las nubes cubren nuestra panorámica y tengo que esperar, más adelante surge un conjunto de casas más grande y complejo y lo que parece ser una carretera importante, el Soriana que se localiza sobre la carretera lo delata -¡Cunduacán!-, y en la distancia serpentea el río Samaria, va creando meandros, arroyos, y las construcciones humanas salen a su encuentro.
Trato de seguir el curso del río pero rápidamente lo dejamos atrás, ahora sigue un juego de arroyos y pastizales verdes, aquí y ya van manchando la geografía, muchos arroyos son invisibles, hasta que el reflejo del sol revelan su ubicación, otros oscuros, permanecen en la sombra.
Trato de seguir el curso del río pero rápidamente lo dejamos atrás, ahora sigue un juego de arroyos y pastizales verdes, aquí y ya van manchando la geografía, muchos arroyos son invisibles, hasta que el reflejo del sol revelan su ubicación, otros oscuros, permanecen en la sombra.
Cada vez más cerca del aeropuerto, y espero por ver a Villahermosa, de todas las ciudades de Tabasco, y quizás del país, es la más acuosa, y como no, si para ser la capital se requería que fuera accesible desde todos los puntos de una tierra dominada por el agua. Allí, los grandes ríos confluyen o se interconectan a través de lagunas y canales, y gracias a eso, Villahermosa pudo dominar a cualquier esquina de Tabasco desde su posición.
Se suceden pequeños caseríos, y de pronto, el río Carrizal delimita a la ciudad, identifico las construcciones más importantes y más conocidas para mí, la ciudad deportiva, la Laguna de las Ilusiones en el mero centro de la ciudad, los edificios, las plazas comerciales, Villahermosa es una ciudad tremendamente densa, las casas casi se enciman, como si quisieran subirse una encima de otras, por aquello de las inundaciones, y justo del otro lado por el que ingresamos, el río Grijalva porta su carga lechosa y rápida en su curso por la ciudad.
Ahora nos dirigimos al aeropuerto en nuestra aproximación final, y la vista es impactante, inmediatamente a un costado de las colonias de Villahermosa aparecen una serie de lagunas, arroyos y pantanos, que se extienden hasta donde alcanza la vista, ¡agua y más agua!, ¡verde y más verde!, hasta donde uno puede ver, es incontenible, debajo, una cada vez mayor carretera bordea aquella inmensidad.
-Quien viene por primera vez debe pensar que el avión va a acuatizar-, y es que no hay señales de dominio humano, una sucesión de árboles altos anuncian la llegada de una pequeña pista y así aparece, pequeña y mordida por el pasto circundante. -Señores pasajeros, bienvenidos a la ciudad de Villahermosa- se nos dice pero debería agregarse -la ciudad del Agua-
Se suceden pequeños caseríos, y de pronto, el río Carrizal delimita a la ciudad, identifico las construcciones más importantes y más conocidas para mí, la ciudad deportiva, la Laguna de las Ilusiones en el mero centro de la ciudad, los edificios, las plazas comerciales, Villahermosa es una ciudad tremendamente densa, las casas casi se enciman, como si quisieran subirse una encima de otras, por aquello de las inundaciones, y justo del otro lado por el que ingresamos, el río Grijalva porta su carga lechosa y rápida en su curso por la ciudad.
Ahora nos dirigimos al aeropuerto en nuestra aproximación final, y la vista es impactante, inmediatamente a un costado de las colonias de Villahermosa aparecen una serie de lagunas, arroyos y pantanos, que se extienden hasta donde alcanza la vista, ¡agua y más agua!, ¡verde y más verde!, hasta donde uno puede ver, es incontenible, debajo, una cada vez mayor carretera bordea aquella inmensidad.
-Quien viene por primera vez debe pensar que el avión va a acuatizar-, y es que no hay señales de dominio humano, una sucesión de árboles altos anuncian la llegada de una pequeña pista y así aparece, pequeña y mordida por el pasto circundante. -Señores pasajeros, bienvenidos a la ciudad de Villahermosa- se nos dice pero debería agregarse -la ciudad del Agua-
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