La red de microblogging amplifica y acelera adhesiones o rechazos masivos. Pero, hasta el momento, eso no ha sido determinante para que las protestas se trasladen a la calle, concluyen los especialistas
"Ojalá los revolucionarios de antes hubieran tenido Twitter", expuso al diario El País de Madrid Enrique Dans, profesor de sistemas de información del IE Bussiness School y bloguero.
"Su capacidad es la de calentar una protesta, amplificarla y acelerarla. Es muy fácil crear adhesiones, lo difícil es trasladarlas al mundo real", explicó Dans y añadió: "La chispa que prende una protesta virtual casi siempre viene de un hecho. Ocurrió con la represión en Tíbet el año pasado, y ha ocurrido en Irán. Las redes sociales amplifican la protesta, pero aún no la suscitan".
Aunque no incite a salir a la calle, el movilizar la solidaridad y la adhesión de centenares de miles de personas sobre lo que ha ocurrido en algún lugar del mundo es realmente importante y sobre todo cuando mediante esta herramienta se ha podido sortear la censura.
Según reporta el diario el diario madrileño lo que ha ocurrido en Irán ya es un cambio. Ramine Darabiha, es un joven francés de 25 años, pasó la madrugada del 13 de junio pegado al ordenador en Finlandia y a unos 3000 kilómetros de Teherán y estaba igual de atónito que sus padres en París y que sus familiares y amigos en Irán por el hecho de que tanto Moussavi como Ahmadinejad se atribuyeran la victoria en las elecciones.
Primero rastreó las webs de noticias y al poco tiempo se topó con cientos de mensajes en Twitter que llevaban dos palabras recurrentes: fraude y censura. Así supo que la red social Facebook estaba bloqueada, igual que los móviles.
Esa noche se encendió una inmediata, gigantesca y global cadena de mensajes, de no más de 140 caracteres, para opinar, protestar y solidarizarse con los iraníes a través de la red social Twitter y Darabiha -como cientos de internautas- dio un paso más y contribuyó a crear puentes, que no dejaran rastro de dónde salía ni adonde iba la información, para que los iraníes pudieran sortear la censura.
En ese sentido, un estudio de The Web Ecology Project , adscrito a la Universidad de Harvard, el Berkman Center y el Massachusetts Institute of Technology (MIT), registró entre el 7 de junio (antes de las elecciones) y el 26 algo más de dos millones de mensajes en Twitter sobre el proceso electoral en Irán. Unos 480 mil usuarios únicos se sumaron a la conversación. Los medios de comunicación y las agencias, cuyos corresponsales sufrieron la censura cuando no fueron expulsados de Irán, bautizaron el fenómeno como la revolución Twitter.
Sin embargo, en el análisis de cómo inciden las redes sociales en contextos de crisis se cuela un sabor agridulce. "Los medios de pronto se han fijado en Twitter quizá porque los periodistas no tenían otro modo de acceder a la información. Es un gran medio de comunicación, pero no para organizar manifestaciones, por ejemplo", explicó Hamid Tehrani, responsable de los contenidos sobre Irán de Global Voices Online, una potente plataforma de blogs de protesta en la Red, y explicó: "Los líderes reformistas tomaron la decisión de salir a la calle en el mundo real y luego usaron distintas redes para difundirlo porque eran los únicos canales que tenían".
Asimismo, en opinión de Diego Beas, un analista político que prepara un libro sobre el impacto de las nuevas tecnologías en la política de los Estados Unidos, "los medios buscan identificarse con las redes sociales, tienen gran interés en incorporar Twitter o Facebook y vídeos de YouTube. Se ha visto con Irán, cuando los medios tradicionales abrieron en sus webs un canal de Twitter. Pero aún es pronto para saber qué alcance real ha tenido esa red social en las elecciones y en la posterior protesta".
Es que Twitter es velocidad e intensidad. Anticipó que el depuesto presidente de Honduras Manuel Zelaya no podía aterrizar; que se dirigía a Nicaragua y luego a El Salvador; que había muertos y heridos. Pero horas después desapareció de los temas más comentados. No hay tiempo ni espacio para el análisis.
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