Hace ya más de un año que cayó al río Santiago Miguel Angel López Rocha, un niño de ocho años. Hace ya más de un año que fue hospitalizado debido a una intoxicación por arsénico. Hace ya más de un año que murió. ¿Quién es el culpable? Parece que nadie. O un río. O quizá ni el río. En realidad, y de manera oficial, no se sabe a ciencia cierta ni de qué murió Miguel Angel. Las autoridades estatales y federales han intentado, por todos los medios posibles, negar que haya fenecido debido a la contaminación del río. Eso no sería bien visto, y más cuando, con las aguas de ese mismo río, se busca llenar una presa (la de Arcediano) que dotará de agua a la Zona Metropolitana de Guadalajara.
El caso de Miguel Angel no solamente demuestra el alto índice de contaminación del río Santiago. También exhibe que, en este país y en este estado, los pobres simple y llanamente son despreciados. Porque Miguel Angel era pobre. No habitaba en una casa lujosa, alejada de la contaminación, ni acudía para divertirse a un club deportivo en un fraccionamiento privado. Sí, Miguel Angel murió por arsénico del río Santiago. Y también murió por ser pobre. Porque a los pobres se les tiene destinada una colonia cerca de uno de los ríos más contaminados del mundo.
¿Por qué Emilio González Márquez, gobernador de Jalisco, ha prestado tan poca atención a la muerte de Miguel Angel?, ¿por qué ha negado la responsabilidad de su gobierno en el deceso?, ¿por qué no se ha reubicado a los habitantes de la colonia La Azucena, quienes viven cerca de un río contaminado (con todos los peligros que ello implica)?, ¿por qué a Raúl Muñoz, uno de los activistas ambientalistas que ha documentado que vivir cerca del río es un verdadero peligro, en lugar de ser apoyado por las autoridades, se le ha encarcelado y perseguido como si su interés en mejorar las condiciones del río y de quienes habitan en sus inmediaciones fuera un delito?, ¿acaso todo esto ha sucedido porque los vecinos de La Azucena son pobres?, ¿o por la ineficacia de las autoridades?, ¿por qué?
El viernes pasado, vecinos de La Azucena marcharon por el centro de Guadalajara. Pedían justicia. Y pedían no olvido. Las consignas no eran pocas; quizá la más representativa del pensar de los manifestantes fuera esa que era gritada con coraje: “¡Trece de febrero no se olvida! ¡Miguel Angel no murió, el gobierno lo mató!” Pero las autoridades (y más las panistas) suelen ser insensibles con quienes no tienen dinero: con los pobres. Para ellos, el caso está saldado: el río es inocente. Arguyen: quienes actualmente gobernamos, nada de culpabilidad tenemos en la muerte de Miguel Angel.
En la marcha del viernes pasado iba la niña María Guadalupe Hernández. Tiene siete años y vive cerca del río Santiago. Y se nota: en su cuello hay una costra verrugosa purulenta. En sus axilas también. No va a la escuela porque los demás niños la rechazan. Es una niña que sufre los efectos de vivir cerca del río Santiago. Y también experimenta las consecuencias de ser pobre: ¿cuándo el gobernador ordenará la reubicación de las colonias de El Salto y Juanacatlán que están situadas en las márgenes del río Santiago?, ¿cuántos muertos por la contaminación del río serán necesarios para que las autoridades actúen de manera responsable?
Hace ya más de un año que cayó al río Santiago Miguel Angel López Rocha, un niño de ocho años. Hace ya más de un año que fue hospitalizado debido a una intoxicación por arsénico. Hace ya más de un año que murió. Mucho ha pasado: movilizaciones, declaraciones, incluso la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco, tan dada a lo pusilánime, ha emitido una recomendación al respecto del río Santiago. Pero, ¿qué se ha hecho verdaderamente?, ¿qué se ha transformado?, ¿cuál ha sido la respuesta de las autoridades? El silencio es ingente, la negligencia inmensa, la insensibilidad letal. Y esto es así porque para las autoridades panistas, los pobres, simple y llanamente no existen. O quizá sí: representan un voto, un solo voto.
jorge_naredo@yahoo.com
Una sola mirada, diferentes visiones.
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