Jorge Gómez Naredo
Desencantos y esperanzas
El Occidental
16 de febrero de 2009
Para Alejandra Hidalgo, por la paciencia; y para César Huerta, por la comprensión.
¿Por qué seguir caminando en esta lucha?, ¿por qué no cejar en la búsqueda de una patria más justa?, ¿por qué continuar jugando a lo perdido? Hay veces en que uno se levanta y mira todo tirado. No la cama ni la casa, ¡sino el país!: mira que la política se ha denigrado y quienes se dicen "políticos" son -en su mayoría- un conjunto de funcionarios que funcionan poco y de administradores que son muy malos administrando. Mira un presidente espurio, pequeño, ínfimo, que no sabe cómo gobernar ni está preparado para afrontar los problemas de un país tan conflictivo. Mira también un gobernador, el de Jalisco, que ha cometido un sinfín de graves errores y escandalosos desvaríos y sigue ahí, feliz de la vida, "gobernando" la entidad. Y uno mira que no hay movilización social, que muchos tienen miedo de los efectos "nocivos" de la crisis, pero no hacen nada, no protestan ni se manifiestan. Surgen entonces las preguntas: ¿por qué seguir caminando en esta lucha?, ¿por qué no cejar en la búsqueda de una patria más justa?, ¿por qué continuar jugando a lo perdido?
Hay desencanto. Sí lo hay. ¿De dónde tomar las fuerzas para proseguir creando, todos los días, la esperanza? Pregunta difícil. Uno trata de cambiar el mundo; pero el mundo, terco, no cambia. Uno busca mejorar la patria donde se nace, donde se vive y donde, seguramente, se va a morir, y siempre se topa con pared: la televisión, la educación acrítica que se da en las escuelas, la falta de solidaridad, las luchas intestinas en las izquierdas y en los movimientos sociales, los protagonismos, las veleidades, los narcisismos, los egos, la falta de congruencia, la lógica electoral que siempre está por encima de los ideales, los errores que no se reconocen, las realidades que se ocultan y niegan, las derrotas que no se comprenden ni se asumen, en fin, todo ello impide una visión más clara de donde se está y hacia donde se va. Por eso, uno se pregunta: ¿por qué seguir caminando en esta lucha?, ¿por qué no cejar en la búsqueda de una patria más justa?, ¿por qué continuar jugando a lo perdido?
En México hay miseria, hay pobreza, hay desigualdad y hay corrupción, hay una democracia que no funciona, hay instituciones que solamente perpetúan la venalidad y el tráfico de influencias. Hay muchas cosas que no están funcionando. Hay un abismo enfrente. ¿Y cómo hacer para cambiar, para transformar, para mejorar la situación del país? Por supuesto que una tarea tan amplia, tan grande, tan titánica, no se puede hacer de forma individual: se precisa la colectividad. ¿Pero qué sucede cuando esa colectividad piensa de otra manera y continúa votando por los mismos que han saqueado y continúan saqueando al país?, ¿qué pasa cuando esa colectividad no se interesa por los problemas de todos y solamente desea solucionar los conflictos particulares, los individuales?, ¿qué hacer cuando el pueblo se agacha y no quiere alzar la voz? Preguntas que llevan a otras preguntas: ¿por qué seguir caminando en esta lucha?, ¿por qué no cejar en la búsqueda de una patria más justa?, ¿por qué continuar jugando a lo perdido?
Hay veces en que uno se levanta y mira todo tirado. No la cama ni la casa, ¡sino el país! Esos días, sin duda, hay que ser críticos con nosotros mismos. Pero también, esos días, hay que pensar que la lucha no está perdida, que siempre la esperanza nace, que los que robaron la presidencia en 2006 algún día caerán, que es tiempo de convicciones, que los movimientos sociales, a pesar de los errores, ahí están, buscando mejorar las condiciones del país, que hay personas que luchan desinteresadamente por una patria para todos, que muchos desean un mundo donde quepan todos los mundos: ¡que otro mundo es posible! Sí, esos días de desgana y de desencanto, son días difíciles. Pero días que, al final, terminan. Y uno debe pensar que habrá otro amanecer y tiempo para seguir planeando lo imposible: cambiar el mundo. Así de fácil. Así de simple. Sin utopías uno no sobrevive. Por eso lo importante es socializar las utopías y compartir los sueños. Porque los sueños, contraviniendo a Pedro Calderón de la Barca, no solamente sueños son: también realidades son. Esos días de desgana, uno siempre debería leer ese poema de José Emilio Pacheco: "No amo a mi patria. / Su fulgor abstracto / es inasible. / Pero (aunque suene mal) / daría la vida / por diez lugares suyos, / cierta gente / puertos, bosques, desiertos, fortalezas / una ciudad desecha, gris, monstruosa / varias figuras de su historia / montañas / y tres o cuatro ríos". Sí, cuando la desgana llega, la esperanza rápido está naciendo, está viviendo. Así es esto.
¿Por qué seguir caminando en esta lucha?, ¿por qué no cejar en la búsqueda de una patria más justa?, ¿por qué continuar jugando a lo perdido? Hay veces en que uno se levanta y mira todo tirado. No la cama ni la casa, ¡sino el país!: mira que la política se ha denigrado y quienes se dicen "políticos" son -en su mayoría- un conjunto de funcionarios que funcionan poco y de administradores que son muy malos administrando. Mira un presidente espurio, pequeño, ínfimo, que no sabe cómo gobernar ni está preparado para afrontar los problemas de un país tan conflictivo. Mira también un gobernador, el de Jalisco, que ha cometido un sinfín de graves errores y escandalosos desvaríos y sigue ahí, feliz de la vida, "gobernando" la entidad. Y uno mira que no hay movilización social, que muchos tienen miedo de los efectos "nocivos" de la crisis, pero no hacen nada, no protestan ni se manifiestan. Surgen entonces las preguntas: ¿por qué seguir caminando en esta lucha?, ¿por qué no cejar en la búsqueda de una patria más justa?, ¿por qué continuar jugando a lo perdido?
Hay desencanto. Sí lo hay. ¿De dónde tomar las fuerzas para proseguir creando, todos los días, la esperanza? Pregunta difícil. Uno trata de cambiar el mundo; pero el mundo, terco, no cambia. Uno busca mejorar la patria donde se nace, donde se vive y donde, seguramente, se va a morir, y siempre se topa con pared: la televisión, la educación acrítica que se da en las escuelas, la falta de solidaridad, las luchas intestinas en las izquierdas y en los movimientos sociales, los protagonismos, las veleidades, los narcisismos, los egos, la falta de congruencia, la lógica electoral que siempre está por encima de los ideales, los errores que no se reconocen, las realidades que se ocultan y niegan, las derrotas que no se comprenden ni se asumen, en fin, todo ello impide una visión más clara de donde se está y hacia donde se va. Por eso, uno se pregunta: ¿por qué seguir caminando en esta lucha?, ¿por qué no cejar en la búsqueda de una patria más justa?, ¿por qué continuar jugando a lo perdido?
En México hay miseria, hay pobreza, hay desigualdad y hay corrupción, hay una democracia que no funciona, hay instituciones que solamente perpetúan la venalidad y el tráfico de influencias. Hay muchas cosas que no están funcionando. Hay un abismo enfrente. ¿Y cómo hacer para cambiar, para transformar, para mejorar la situación del país? Por supuesto que una tarea tan amplia, tan grande, tan titánica, no se puede hacer de forma individual: se precisa la colectividad. ¿Pero qué sucede cuando esa colectividad piensa de otra manera y continúa votando por los mismos que han saqueado y continúan saqueando al país?, ¿qué pasa cuando esa colectividad no se interesa por los problemas de todos y solamente desea solucionar los conflictos particulares, los individuales?, ¿qué hacer cuando el pueblo se agacha y no quiere alzar la voz? Preguntas que llevan a otras preguntas: ¿por qué seguir caminando en esta lucha?, ¿por qué no cejar en la búsqueda de una patria más justa?, ¿por qué continuar jugando a lo perdido?
Hay veces en que uno se levanta y mira todo tirado. No la cama ni la casa, ¡sino el país! Esos días, sin duda, hay que ser críticos con nosotros mismos. Pero también, esos días, hay que pensar que la lucha no está perdida, que siempre la esperanza nace, que los que robaron la presidencia en 2006 algún día caerán, que es tiempo de convicciones, que los movimientos sociales, a pesar de los errores, ahí están, buscando mejorar las condiciones del país, que hay personas que luchan desinteresadamente por una patria para todos, que muchos desean un mundo donde quepan todos los mundos: ¡que otro mundo es posible! Sí, esos días de desgana y de desencanto, son días difíciles. Pero días que, al final, terminan. Y uno debe pensar que habrá otro amanecer y tiempo para seguir planeando lo imposible: cambiar el mundo. Así de fácil. Así de simple. Sin utopías uno no sobrevive. Por eso lo importante es socializar las utopías y compartir los sueños. Porque los sueños, contraviniendo a Pedro Calderón de la Barca, no solamente sueños son: también realidades son. Esos días de desgana, uno siempre debería leer ese poema de José Emilio Pacheco: "No amo a mi patria. / Su fulgor abstracto / es inasible. / Pero (aunque suene mal) / daría la vida / por diez lugares suyos, / cierta gente / puertos, bosques, desiertos, fortalezas / una ciudad desecha, gris, monstruosa / varias figuras de su historia / montañas / y tres o cuatro ríos". Sí, cuando la desgana llega, la esperanza rápido está naciendo, está viviendo. Así es esto.
Una sola mirada, diferentes visiones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario