Prefiero mantenerte en el recuerdo, envolverte en él para que permanezcas en mi memoria y no te esfumes en esta carrera que decidiste emprender de manera sorpresiva, impetuosa, bipolar.
Nada fue suficiente, todo concluyó otra vez de manera desastrosa.
Creí que esta vez nada te detendría, que serías capaz de emprender un futuro junto a mí, sin ataduras.
Hablé mucho esa vez. Derroché una miel que te pareció insípida y no quisiste probar más. Y luego, para colmo de esta modernidad líquida en qué vivimos, días después me sentenciaste a un final, sin más de ti.
Créeme, aprendí la lección: no debes dejar todo en la cancha, cuando ni siquiera el club te ofrece un contrato, cuando está pensando antes de tiempo, en cómo deshacerse de ti.
Otra vez a perder un partido, sin tocar el balón...
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