Debo confesar que yo mismo no sé lo que quiero decir con eso del "amor verdadero", y lo curioso es que, aunque empleé muchas veces esa expresión en los interrogatorios, nunca hasta hoy me puse a analizar a fondo su sentido. ¿Qué quería decir? ¿Un amor que incluyera la pasión física? Quizá la buscaba en mi desesperación de comunicarme más firmemente con María. Yo tenía la certeza de que, en ciertas ocasiones, lográbamos comunicarnos, pero en forma tan sutil, tan pasajera, tan tenue, que luego quedaba más desesperadamente solo que antes, con esa imprecisa insatisfacción que experimentamos al querer reconstruir ciertos amores de un sueño. Sé que, de pronto, lográbamos algunos momentos de comunión. Y el estar juntos atenuaba la melancolía que siempre acompaña a esas sensaciones, seguramente causada por la esencial incomunicabilidad de esas fugaces bellezas. Bastaba que nos miráramos para saber que estábamos pensando o, mejor dicho, sintiendo lo mismo.
Ernesto Sabato, El tunel.
Nunca me ha sido fácil aceptar la derrota. Estoy construido de esperanzas y he luchado desde el inicio de mi vida contra la adversidad. Incondicionalmente, he dado todo lo que he tenido a mi alcance por las causas que merecen la pena el esfuerzo y el sacrificio individual, aún a pesar de que estas, sean consideradas causas perdidas.
Quizá por esa sencilla razón, es que aún, hasta ayer por la noche, no había dejado de pensarte. Debo advertirte que cada vez más, por una u otra razón, el pequeño fueguito encendido por ti, variaba de tamaño y de intensidad según iban sucediéndose los extraños sucesos entre los dos. Unas veces, dormía plácidamente pensándote y otras más, no dejaba de lamentarme por seguir estando ahí.
Luego vino aquella ruptura infranqueable e irreductible y después un silencio absoluto de ambas partes, que fue como un encierro, como estar en un túnel sin salida. Ya se me iba quitando este deseo y esta angustia de no estar contigo, cuando de pronto, como era inevitable, volviste a aparecer y las circunstancias, por un momento nos unieron en un beso largo y profundo, difícil de olvidar.
Lo confieso, esa noche sentí que estaba en lo más alto del mundo y sinceramente, volé como el mismísimo Girondo. Pero después, el qué dirán volvió a entrometerse entre los dos y como en aquella canción de Johansen, la idea del amor finito se asomó.
La terrible normalidad volvió a ponernos en el lugar de siempre y fue así que comencé a mirarte cada vez más lejos, con una frialdad irreconocible que causaba en mí un doble carácter, pues unas veces sentía que era prueba absoluta de que ya se me estaba pasando tu amor y me tranquilizaba saberlo, porque ya no reaccionaría impulsivamente a sus ofensas, no me quebrantaría por completo ante ellas. Al mismo tiempo, causaba una sensación de preocupación, porque a su vez, un eco de mis ilusiones insistía en que pronto vendrías a mí y la mejor noticia de mi vida, llegaría.
Ahora que doy este repaso de mis últimos días, soy otro hombre, uno totalmente cambiado, diferente a aquel que conociste en el frío e intenso invierno en que nos conocimos. Atrás he dejado los sueños más nobles y las utopías, para dar paso al mundo real, que no tiene absolutamente nada de mágico y es más fatalista, sencillamente, trágico.
Los impulsos quedaron atrás, como aquella discusión entre lo que sentía y pensaba. Aunque sigue siendo difícil, he tomado la decisión de no volver a dar ni un solo paso más en la búsqueda de tu corazón. Eres tan libre de mí, como quizá ahora, lo estoy siendo yo, de ti.
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