-¡Ya voy mamá!, aún no ha caído la tarde y puede ser que papá llegue en el último tren- Contestó con alegría el pequeño mientras seguía parado en el montón de arena que le daba vista a la estación del tren
-¡¡¡Octavio!!!, que vengas aquí pequeño desobediente, que la merienda ya esta servida y debes lavarte los dientes, la tarde ya cayó, no quiero que sigas ahí, vente, te debes bañar
-Pero mamá...
-Es la última vez que te hablo Octavio
Octavio bajo del cerro de arena, entró en la choza y corrió directo hacia el baño, en la cama ya estaba preparada la vieja pijama de cochecitos rojos y los calcetines verdes que tanto le gustaban; en la mesa esperándole se hallaban una taza de espumosa leche y una pieza de pan recién horneada. Al terminar de arreglarse Octavio fue hacia la mesa donde tomó su respectivo lugar y empezó a merendar, Maura, su madre le miraba tiernamente, sus ojos vivarachos y aquellos rizos dorados que a veces le cegaban la mirada, ese era Octavio, el hijo que tanto amaba, aunque quizás eso se debía a que era el único.
-¿Mamá?-Dijo con voz muy queda Octavio
-¿Qué paso hijito?
-Mañana después de mis deberes también saldré a esperar a papá
-Mi amor, creo que debemos dejar esa espera, tal vez el ya no vuelva
-Pero mamá, tu me dijiste que un día iba a regresar, y yo lo voy a esperar- Refutó y advirtió Octavio a su madre
-Octavio, ya son 7 años que llevo yo en su espera
-¡Vamos mami! ¿no me digas que ya te cansaste?, mira cuando papá halla regresado, cuando lo veas entrar conmigo en los brazos veras que si ha servido esperarlo
-Hijo, cada tarde desde que él se marchó lo he esperado en este mismo sitio
-Mamá, yo sé que papá va a volver, el tiene que venir, es que yo sé que el va a venir; una vez Simón, el hijo de doña Soledad me dijo que el espero por mucho tiempo a que llegara el paquete de libros que había mandado a pedir a la capital, y que no se canso de hacerlo, porque esperaba con ansiedad esos libros, así yo tampoco me voy a cansar por que anhelo con todo mi corazón conocerlo- Las lagrimas en los ojos de Maura se hicieron visibles, el pequeño corrió por un pañuelo y secó las lagrimas de su madre.
-Octavio, posiblemente tu padre no vuelva jamás, sin embargo me uniré a tu deseo ferviente, y esperaremos su regreso, aun cuando mi corazón se halla cansado de esperar, porque todo cuanto tengo eres tú, y si un día el brillo de tu mirada se apaga, empezaré a desvanecerme también, porque todas cuantas ilusiones me forjé ahora se han concentrado en ti. Esperaremos juntos a que vuelva aquel señor, si un día también te cansas de esperar, ese día hijo mio tu y yo empezaremos a volar más alto, tanto que ya nadie nos esperara jamás.
El pequeño besó la frente de su madre y se metió a la cama, Maura simplemente le daba mil vuelta a aquel deseo que se miraba tan fantasioso y que sin embargo no se podía cortar, cerró los ojos y empezó de nuevo la historia a soñar, recordando cada beso, cada abrazo, recordando todo cuanto a su hijo había enseñado, y el día en que por vez primera lo incitó a esperarlo...
2 comentarios:
Así me llamo yo, Octavio. :)
en serio?? jejeje Me parece un buen nombre :D Saludos
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