Benedetti cayó en el momento perfecto a mis manos. Apenas ayer, lo hojeaba mientras la noche consumía mi último esfuerzo por acordarme de ella. Desde hace tiempo debí desistir. Pero no quise perder y menos caer.
Las estrategias cada vez tenían menos sentido y casi siempre eran inciertas. Es mi culpa lo sé, pero ahora vale poco el juicio y el escarnio. Mientras tanto, vientos del exilio me acompañara en estas noches de desconsuelo, los Fabulosos Cadillacs amenizaran mis días y entenderán las diversas situaciones en las que meto la pata.
Me dejé llevar por el corazón. No me arrepiento de hacerlo pero él antes de que todo suceda, muy temeroso huye
despavorido cuando nada sale bien y se agotan las estrategias que el
cerebro angustiado tiene que armar, aunque al final, tampoco nada puede hacer.
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