Colón y sus sucesores no aterrizaban en un desierto baldío, sino que lo hacían en un mundo que en algunas zonas estaba tan densamente poblado como la misma Europa; donde la cultura era compleja; donde eran más igualitarias las relaciones humanas que en Europa, y donde las relaciones entre hombres, mujeres, niños y naturaleza quizás estaban más noblemente concebidas que en ningún punto del globo.
Eran gentes sin lenguaje escrito, pero tenían sus propias leyes, su poesía, su historia retenida en la memoria y transmitida de generación en generación, con un vocabulario oral más complejo que el europeo y acompañado con cantos, bailes y ceremonias dramáticas. Prestaban mucha atención al desarrollo de la personalidad, la fuerza de la voluntad, la independencia y la flexibilidad, la pasión y la potencia, a sus relaciones interpersonales y con la naturaleza.
Howard Zinn
La otra historia de Estados Unidos
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