"¿Y esos que protestan?, si aquí , no pasa nada"- decía alguno al ver pasar las decenas de personas que acudieron ayer a la cita en Paseo de Montejo, para manifestar el repudio a una guerra cansina, enfermiza y dolosa, que tiene al pueblo mexicano entre dos fuegos.
“si, algunos de ellos, ni son de aquí, aquí además, muertos, sólo los de Chichi Suárez”, decía uno más.
Y es que parece increíble a los ojos de este relator, como la gente puede ser tan indiferente, como la gente se aísla voluntariamente, cómo la gente cree, que si no nos movemos demasiado, nuncá pasará algo malo.
No podía evitar al escuchar, las decenas de comentarios, que se vertían, opacados por las personas que gritaban “No más sangre”, la situación de Mérida. Es cierto, la gente tiene razón, me decía a mi mismo, Mérida se ha convertido en una ciudad blanca, en una ciudad libre y sobretodo, en algo totalmente ajeno a lo que se ve en el Norte, o en el mismo sureste de México. En Mérida, no hay guerra, o al menos no se ve.
A principios de éste año, algunas revistas para empresarios, situaban a la ciudad como una urbe en crecimiento rápido, y también, como el mejor lugar para invertir en México. Con una economía estable, y un clima propicio, Mérida también representa uno de los últimos refugios de las familias mexicanas (que están en condiciones de abandonar sus ciudadas asediadas por la guerra contra el narco), que huyen en busca de una paz, menos ficticia, de menos palabras y más hechos.
“Aquí la cultivan, bien cerquita, en los pueblos”- comenta un comprador de marihuana. Quien asegura que apenas a unos kilómetros de la ciudad, hay cultivos de cañámo, administrados por los carteles que operan en Cancún. Después resalta, “está cabrón ser dealer, hay que ir hasta Cancun por la mercancía”.
Y después agrega “EL dealer de un amigo, tiene apenas 15 años...”.
Como es de pensar, Mérida no está excenta de las redes del narcotráfico, pero aún operan en la clandestinidad, no se meten con la gente, y la policía, se dedica a atrapar a narcomenudistas.
“Gracias a que traen a sus familias (los narcos), estamos como estamos, en paz”- asegura un vecino de la colonia Juan B. Sosa, y la anécdota se repite boca a boca, sin cambios entre todos los emeritenses. La presencia del crimen organizado se da por sentado en la ciudad, pero nadie los toca, y ellos, entre sí aún se respetan, por temor a perder lo que más estiman.
En un área de unos pocos kilómetros cuadrados, existen más de 10 casas, con bardas de hasta 3 metros, y camarás de seguridad en las esquinas, coches lujosos entran y salen, nadie pregunta.
Hacia febrero de este año en el noticiero de Carmen Aristegui se hacía un recuento de la situación en Monterrrey, y su situación entre los 90 y ahora, se comentaba, el momento en que la economía regiomontana se desbocó hacia un crecimiento acelerado, y la paz de la región, era muy alta respecto a otros lugares, Monterrey era el lugar idóneo para el capital extranjero.
En el mismo número de la revista de negocios antes comentada, se anunciaba orgullosamente ¿Mérida, el nuevo Monterrey?.
La respuesta puede interpretarse de muchas formas, pero sí Mérida es el nuevo Monterrey, ¿cuánto tiempo tendremos de paz, simulada o real?.
En la página del Diario de Yucatán, se anuncia que desde el 2011, los pandilleros se han reactivado y cada vez se hace más patente su presencia, una de ellas la SUR13, el periódico local, menciona que los niveles de violencia entre ellas empiezan a alcanzar los niveles que tuvieron hacia los 90, antes de la pacificación de las mismas. En Youtube se pueden encontrar videos de jóvenes afines a las mismas, en apariencia no superan los 20 años.
La marcha continúa, y la gente cuestiona, ¿porqué?, si no lo hacen con la voz, lo hacen con unos ojos inquisidores, a veces curiosos, a veces molestos.
El coche que encabeza la marcha responde “Nuestro estado es pacífico, pero estamos aquí en solidaridad con nuestros hermanos mexicanos, pedimos paz en Chihuahua, paz en Coahuila, Guadalajara, Sonora, Tamaulipas...”, y luego se añade “A nuestros gobernantes, les pedimos que hagan lo necesario, por preservar la paz, en nuestro estado”.
Se pasa frente al Congreso y el reclamo aumenta, hay que decirles a ellos, los políticos que estamos aquí, que estamos inconformes, que hagan algo, y si no pueden que renuncien.
Al final se pasa frente al monolito de la catedral, enteramente hecha de piedra, sus pesadísimas puertas, están cerradas, se alza, como retadora hasta dominar la plaza central de la ciudad, y el grito se alza “No matarás”.
Pero es quizás la frase que acuña Bertolt Brecht, y que menciona Javier Sicilia en su carta, “Un día vinieron por los negros y no dije nada; otro día vinieron por los judíos y no dije nada; un día llegaron por mí (o por un hijo mío) y no tuve nada que decir”, la que más hace mella en la conciencia, en ese sentido de solidaridad, que el pueblo quiere ignorar por conveniencia.
Para cuando el acto acaba frente al Palacio de Gobierno de Yucatán, queda un mudo altar con algunas veladoras, los curiosos se acercan, los gringos ponen especial atención al reclamo, y los policías se plantan frente a él, indiferentes y serios, como buenos policías.
La marcha termina, pero no el reclamo, no la necesidad de hacer entender a un pueblo que duerme en paz, que no basta con una paz local, y que todos somos hermanos, que el sentido de la solidaridad debe estar hoy más presente que nunca.
1 comentario:
Waaoo me pareció increíble el articulo amigo muy bueno, yo creo q abarcaste todo el contenido necesario y me parece una muy buena idea lo que hace esta gente debido a que todos se refugian en Merida debido a la paz que hay e esta, pero luego que va a pasar? seremos como monterrey es intrigante la respuesta, saludos.
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