Sentirte tepalcatero por un día es lo máximo. Puedes sentir al otro en un pequeño pedazo de barro, mismo material del que dicen venimos los hombres... y las mujeres. Ser tepalcatero por un día es explorar el lugar de aquel que estuvo ahí alguna vez, dejando su huella y un poco de él en objetos materiales que perduran tras las penumbras del modernidad y el espacio.
Ser tepalcatero por un día implica ponerte en los zapatos del otro y por medio de su reconocimiento, converger y traspasar las fronteras del tiempo.
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